Seguridad
El tren llegó a una pequeña estación. Allí, un niño de unos seis años de edad subió al vagón donde yo estaba. El tren siguió su marcha. El chico, muy alegre, sentado junto a la ventanilla, contemplaba la hermosura del paisaje.
Me extrañaba ver que el niño estaba solo y que nadie lo había acompañado ni despedido en la estación. Por eso le pregunté:
–¿Has viajado otras veces en tren?
–Sí, por supuesto– fue la respuesta.
Seguimos conversando y me dijo que se llamaba Harry.
Después de un buen rato de viaje, el tren pasó por dos puentes muy altos, luego por un túnel largo y oscuro. Pero Harry no tenía miedo. Tampoco se inquietó cuando llegó la noche. Entonces le pregunté:
–Dime, Harry, ¿no tienes miedo de hacer solo este viaje tan largo?
–¿Tener miedo? ¿Por qué tendría miedo si mi papá es el maquinista? Él lo sabe todo y conoce cada estación, cada curva, cada cuesta. Ahora el tren parará una vez más, luego bajaremos y llegaremos a casa.
Nosotros también estamos haciendo algo así como un viaje que dura toda nuestra vida. Si creemos en Dios, él es nuestro Padre, un Padre que lo conoce todo y que puede cuidarnos durante ese viaje, hasta que lleguemos a nuestra casa en el cielo. Sabemos que en sus manos estamos seguros.
Dijo Jesús: En la casa de mi Padre muchas moradas hay…; voy, pues, a preparar lugar para vosotros
(Juan 14:2).