La espera
Aquella mañana fui a la panadería. En la calle, detrás de mí, una voz clara y alegre me llamó la atención. Un chico de seis o siete años, sin preocuparse por lo que pensara la gente, cantaba una cancioncita seguramente inventada por él. Eran solo tres palabras repetidas: «¡A las diez… a las diez…!» Como él también iba a comprar pan, le dije:
–Parece que estás muy contento. ¿Qué sucederá a las diez?
–Mamá volverá del hospital. Estuvo allí tres meses, pero ahora está curada. Papá irá a buscarla y la traerá de vuelta a casa a las diez.
Sus ojos brillaban de contento. Un momento después, con su pan bajo el brazo, salió de la panadería entonando nuevamente su cancioncilla: «¡A las diez… a las diez…!»
Parece algo sin importancia, pero… ¡qué gran enseñanza! ¿Esperamos con alegría la vuelta del Señor Jesús? No sabemos el día ni la hora en que volverá; pero, si le amamos, al pensar en su vuelta habrá un canto en nuestros corazones, y todos los que nos rodean se darán cuenta.
Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!… El Señor está cerca
(Filipenses 4:4-5).