Mis cuentitos

Relatos para niños

Quisiera ir allá

Cierta noche, el pequeño Alfredo volvía a su casa tiritando de frío. Al llegar, su madre le preguntó:

–¿Encontraste algún trabajo hoy?

–No, nada.

–Entonces ¿no has comido desde esta mañana?

Alfredo no contestó. Después de un rato preguntó:

–Mamá, ¿quién es Dios?

–Hijo mío, ¡qué pregunta me haces! Será mejor que vayas a acostarte.

Alfredo se levantó, besó a su madre y se acostó en su humilde cama. La mujer quedó sola y pensativa. Cuando era niña había oído hablar de Dios, pero después lo olvidó y no se ocupó más de él.

A la mañana siguiente, Alfredo llevó el trabajo de costura hecho por su madre al negocio para el cual ella trabajaba. Una vendedora lo recibió y lo pagó agregando: –Dile a tu madre que no hay más trabajo para ella.

Muy triste, Alfredo regresó a su hogar. Al pasar frente a una casa vecina, oyó música. Se acercó y escuchó un cántico que decía:

Ni pecados, ni llanto, ni duelo,
ni pesar ninguno habrá
en la casa de Dios, en el cielo.
Vivir por siempre allí ¿qué será?

Sin pensarlo dos veces, llamó a la puerta.

 –¿Puede decirme qué es el cielo del cual habla su canto? –preguntó a la criada que salió a atenderle.

La muchacha, sorprendida por la pregunta, llevó al niño hasta donde estaba la dueña de casa. Esta señora le habló de Dios, le explicó que él había enviado al Señor Jesús, su propio Hijo, a este mundo para que todo pecador que creyera en él se salvara y pudiera vivir para siempre con Dios. También le habló de cuánto había sufrido el Señor Jesús en la cruz, cómo entregó su vida y luego resucitó de entre los muertos, cómo subió al cielo, donde ahora está con Dios.

–Yo también quiero ir allá –dijo el niño.

–Cree en el Señor Jesucristo y un día podrás hacerlo.

–Tengo que contar esto a mamá.

–Espera –agregó la señora, quien, viendo la pobreza del niño, le preparó un paquete con ropa y otro con comida.

Alfredo corrió a su casa. Contó la visita a la señora y cómo ella le había hablado del Señor Jesús.

–¡Mamá! ¡Ahora lo sé todo! Él también era pobre. Me ama y te ama.

Poco después, debido a su desnutrición, Alfredo cayó enfermo para no levantarse más. El último día de su corta vida recibió la visita de la vecina creyente.

–Ya sabía que usted vendría a verme. Hace poco yo no conocía nada del Señor Jesús ni del cielo. Ahora me estoy acercando y sé que voy a ver a Jesús.

Nuestro Señor Jesucristo, que, siendo él rico, por vuestra causa se hizo pobre, para que vosotros, por medio de su pobreza, llegaseis a ser ricos
(2 Corintios 8:9, V. M.).