Confianza
Hay muchas cosas que pueden hacernos sentir miedo; por ejemplo, quedarnos solos sin nadie que nos cuide, ir a un lugar que no conocemos; ¡y cuántas cosas más! Eso me recuerda la siguiente historia:
Hace años hubo una guerra muy grande. La ciudad de Londres, como muchas otras, era bombardeada por aviones enemigos. Había demasiado peligro para quienes vivían allí. Por eso el rey ordenó que todos los niños de la ciudad fueran llevados a otros sitios donde estarían más seguros. A menudo salían trenes llenos de niños que dejaban la ciudad. Sus padres los traían y los hacían subir al tren, pero no podían ir con ellos.
Dos hermanos –niño y niña– fueron llevados por sus padres a la estación del ferrocarril. Les buscaron asientos en el tren y los besaron para despedirse. La niña, muy asustada, temblaba y lloraba; pero su hermano, tomándola de la mano, le dijo:
–¡No llores!
–No sé adónde vamos –respondió ella.
–No importa –agregó el niño–; el rey sabe adónde nos lleva.
¡Qué confianza! ¡Qué seguridad!
Esta actitud del niño era parecida a la que sentía David cuando dijo: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. Él conocía el poder y el amor del Señor, quien era su Pastor. Por eso pudo confiar en él.
Si tú eres un cordero de ese Pastor, confía en él. Te cuidará siempre y te guiará para que estés seguro.
Jehová es mi pastor; nada me faltará
(Salmo 23:1).