¿Qué camino?
Una niña fue por primera vez a la escuela dominical. Volvió a su casa muy entusiasmada por lo que allí había oído. Cuando la familia estuvo sentada a la mesa, ella preguntó a su padre:
–¿Papá, amas tú al Salvador?
El padre no quería saber nada de Dios ni de su Palabra; por lo que contestó de malhumor:
–Seguramente tu madre o tu tía te enseñaron eso.
–No –respondió la pequeña–, el maestro de la escuela dominical dijo que todos los que creen en el Señor Jesús son salvos. Ahora dime, papá: ¿Amas al Señor Jesús?
El padre le respondió bruscamente:
–Si quieres, ve con tu madre y tu tía, pero déjame en paz. Deseo andar mi propio camino.
La niña miraba asombrada. Él nunca le había hablado con tono tan malhumorado y seco. Se quedó callada durante un rato y luego le preguntó:
–Papá, ¿por qué camino andas?
Esta pregunta tocó el corazón del hombre y lo dejó muy pensativo. Las palabras de su hija le perseguían. Finalmente, ellas le obligaron a arrodillarse y pedir a Dios su misericordia. Así halló perdón y paz.
Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación
(Salmo 25:4-5).