El pedido de una niña
Una joven viuda no había podido pagar el alquiler de su casa. El dueño la amenazó con echarla si no pagaba enseguida. Como la mujer ganaba muy poco dinero, le pidió que esperara un poco más, pero él no quiso. Desesperada se puso a llorar; entonces su hija de cinco años de edad le dijo:
–¡Mamá! ¿Dios no es rico?
–Sí, querida.
–Siendo así, ¿puede él ayudarnos?
–Sí, él puede hacerlo.
–Entonces ¿por qué lloras? Yo voy a orar para que nos ayude.
La niña se arrodilló y suplicó: «Señor Jesús, te llevaste a mi papá. Mamá no tiene más dinero y el dueño de la casa quiere echarnos. Por favor, préstanos otra casa». Luego se levantó, abrazó a su madre y le dijo:
–No llores más; el Señor nos ayudará.
Y efectivamente, Dios ayudó por medio de unos amigos creyentes quienes les consiguieron otra casa.
Confiemos en el poder y el amor de Dios. Él siempre escucha nuestras oraciones. Si nos da lo que le pedimos, es porque considera que eso es bueno. Si no lo otorga, es porque sabe que eso no nos conviene.
Ten misericordia de mí, y oye mi oración. En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado
(Salmo 4:1 y 8).