La cometa
Un niño jugaba con una cometa. El juguete subía, volvía a bajar un poco, luego trepaba aun más rápidamente según soplaba el viento. De repente, oculto por una nube, no se lo vio más.
–¿Qué haces aquí? –le preguntó una persona que pasaba por el lugar.
–Juego con mi cometa.
–¿Cómo? ¿Una cometa? No la veo, y tú tampoco.
–No la veo, pero la siento. Y mostró el hilo que tiraba fuertemente de su mano.
Esto es similar a quienes preguntan: «¿Dónde está Dios?» Él está con nosotros aunque el mundo no lo vea. Siempre está con nosotros, día y noche. Su mirada nos guía, su brazo nos protege, él nos lleva de la mano. Le contamos nuestras penas y alegrías, él escucha lo que le pedimos. Nos habla a través de su Palabra, la Biblia. Si nos reprende, lo hace porque nos ama y desea que gocemos más de Él.
Así como el viento a veces sopla fuerte, nosotros también tenemos, de vez en cuando, cosas que nos molestan o duelen. Entonces parece que una nube nos tapara el cielo. Pero, como si hubiera un hilo que nos uniese a Dios, le sentimos y sabemos que él está con nosotros para calmarnos y cuidarnos.
Yo estoy con vosotros todos los días
(Mateo 28:20).
Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso
(1 Pedro 1:8).