Mis cuentitos

Relatos para niños

Como un martillo

Un misionero –es decir, un creyente que trabaja en lugares apartados para hablar de la obra del Señor Jesús– cumplía su tarea entre unos indígenas. A pesar de sus enseñanzas, no conseguía que ellos se reconocieran pecadores. Cierto día, mientras hablaba con algunos chicos de la tribu, les preguntó:

–¿Ustedes creen que nunca hacen nada malo?

Todos levantaron un dedo. Cuando les preguntó qué quería decir ese dedo alzado, respondieron:

–Nuestro comportamiento es tan recto como nuestro dedo.

El misionero sabía que mentían muy seguido, así que les preguntó:

–La mentira ¿es algo bueno?

–No –respondió uno de ellos–; mentir es malo.

–¿No mentiste nunca? –le preguntó el misionero. De nuevo vino la rápida contestación:

–¡No!

Los otros también aseguraron que no robaban, ni peleaban, ni envidiaban, ni se enojaban. Todos se creían muy buenos.

El misionero les dijo que se alegraba de que fueran chicos tan buenos, pero él mismo se acusó de hacer algunas cosas que no debía. Esta verdad les hizo ver que ellos mentían. Se miraron y, de repente, uno le dijo a otro:

–Acabas de decir que nunca robaste, pero ayer robaste maíz.

–Y tú –contestó el acusado– dijiste que no mentías, pero mientes todos los días.

Así se echaron en cara todo lo malo que hacían. No reconocían su propia culpa; solo veían la de sus compañeros.

Entonces el misionero les preguntó:

–¿Cómo saben que es malo robar o mentir?

Uno de ellos, mostrando su pecho, dijo:

–Mi corazón me lo dice. Cuando hago algo malo, golpea aquí dentro como un martillo.

–¿Ves? –dijo el misionero– esa es la voz de Dios diciéndote que estás actuando mal.

Como esos niños indígenas, muchas personas ven el pecado… pero solo en los demás. Esconden el mal que hacen ellos mismos, pero Dios lo ve todo. Al él no se puede mentir.

¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
(Lucas 6:41).

¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?
(Jeremías 23:29).