Esta mañana
Un niño de seis años de edad acababa de morir. Sus padres sollozaban junto a la cama en la cual estaba el cuerpo. De repente, se presentó un vecino quien deseaba ver al niño. Era un albañil al que apenas conocían. Cuando el hombre vio el cuerpo sin vida, rompió a llorar amargamente. –¡Ah –dijo entre sollozos–, no saben ustedes todo el bien que me hizo este pequeño! ¡Dios lo usó para salvar mi alma!
Después de calmarse, les contó: –Un día, yo había subido a un techo por medio de una larga escalera. En ese momento su hijo pasó cerca de mí y me dijo: «¿No tienes miedo de subir allá arriba?» Enseguida agregó: «¡Ah! Ya sé por qué no tienes miedo: has hecho tu oración esta mañana». Hacía mucho tiempo que yo no oraba. Pero desde aquel día nunca dejé de hacerlo. Reconocí ante Dios que yo era pecador y recibí el perdón de todos mis pecados por medio de la sangre de Jesús. Desde entonces mi vida cambió.
Amigo: ¿hiciste tu oración esta mañana? ¿Le pediste a Dios que te guiara todo el día, que cuidase a los que amas, que salvara a quienes no conocen al Señor Jesús?
Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz
(Salmo 55:17).