Cuidados incomprendidos
Al subir a un vagón de ferrocarril, uno de nuestros amigos halló a todos los pasajeros muy nerviosos. Un hombre llevaba en sus rodillas a una hermosa nena de unos dos años de edad. La pequeña tenía sueño y lloraba, pues apenas se adormecía, el padre la sacudía fuertemente y la obligaba a mantenerse despierta. Esta escena continuó repitiéndose largo rato hasta que una señora no aguantó más y se enojó con el padre. Lo trató de bárbaro y muchas cosas más. Los otros pasajeros hicieron lo mismo.
Sin embargo, el padre respondió amablemente: –Es necesario que mantenga a mi hija despierta; bebió veneno y vamos a ver al médico. Si la dejara dormir se moriría.
Naturalmente, con esta respuesta, todos comprendieron lo que sucedía.
Dios, nuestro Padre, hace con nosotros, sus hijos, algo parecido. A veces permite que ocurran cosas que nos molestan o duelen. ¿Para qué? Para que nos demos cuenta de que estamos haciendo algo malo y que no debemos quedarnos tranquilos hasta sacar ese veneno.
Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo
(Efesios 5:14).