El gran paraguas negro
Un año en que los campos de Inglaterra sufrían una larga sequía, algunos campesinos cristianos decidieron reunirse con el fin de orar especialmente para que el Señor enviara la lluvia tan necesaria.
El día fijado cada uno se dirigió al lugar de reunión. La pequeña María llegó llevando un paraguas negro casi tan grande como ella.
–Pero, María, ¿por qué traes ese paraguas en un día tan lindo como hoy?
Sorprendida, la niña contestó:
–¿Acaso no vamos a pedir a Dios que mande lluvia?
Poco después, comenzó la reunión. Mientras todos estaban arrodillados, empezó a soplar el viento y el cielo se llenó de nubes oscuras. De repente se desató la tormenta junto con una fuerte lluvia.
María fue la única que no se sorprendió por la rápida contestación de parte del Señor.
Esa confianza que tenía María también se llama fe. La Palabra de Dios dice que se debe pedir con fe, no dudando nada (Santiago 1:6).
Una vez, se le preguntó a una chica: –El Señor Jesús ¿contesta a tus oraciones? Ella respondió con una sonrisa:
–Sí, siempre contesta. A veces me dice: Sí; otras: No; o: Espera un poco más. Pero siempre me oye.
Escucha, oh Jehová, mi oración, y está atento a la voz de mis ruegos. En el día de mi angustia te llamaré, porque tú me respondes
(Salmo 86:6-7).