Huir
Un día caminaba yo por la calle del mercado. Al pasar frente a la frutería vi a un niño de siete u ocho años de edad que estaba parado ante un cajón de hermosas manzanas, las cuales devoraba con los ojos. Sigilosamente observó a todos lados, se apercibió de que nadie lo veía y tomó rápidamente una manzana. Pero no salió corriendo. Se quedó parado, mirando la fruta que había tomado. Después empezó a caminar, mas enseguida se detuvo y volvió a la frutería. Quería devolver la manzana, pero dudaba y no la ponía de nuevo en el cajón. Había una lucha en su corazón: ¿Se quedaría con la deliciosa manzana o la devolvería? Al fin puso la fruta en su lugar y se fue corriendo a toda velocidad. El pequeño había vencido la tentación de quedarse con algo que le gustaba mucho pero que no era suyo.
En nuestra vida muchas veces somos tentados por el mal. Si nos quedamos parados, preguntándonos si lo hacemos o no, corremos el peligro de hacerlo. Será mejor que huyamos de la tentación, sin dudar. ¡Qué alegría sentiremos por no haber hecho algo que entristece al Señor!
Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas
(1 Timoteo 6:11).