Introducción
Este relato verídico es la historia siempre nueva de un alma que se dejó ganar por el infinito amor del Salvador.
Para comprenderla mejor, hemos pensado que sería bueno explicar un poco lo que son las «castas».
Muchos años antes de la era cristiana, el pueblo hindú estaba dividido en cuatro sociedades: los sacerdotes, los jefes (magistrados y soldados), los agricultores y los vencidos. Las dos primeras «clases» dominaban las otras dos; la tercera gozaba de un monopolio que le aseguraba una buena posición. En cuanto a la cuarta, vivía completamente sometida. Estas divisiones comenzaron a causa de las diferencias de origen y por conquistas que obligaron a vencedores y vencidos a vivir juntos. Con el correr de los siglos, se subdividieron en fracciones muy pequeñas llamadas desde entonces «castas».
A través de ellas vemos un reflejo de la costumbre que tienen los hindúes de clasificar las cosas en varios dominios. Por ejemplo: «las cuatro verdades fundamentales del budismo»; «las ocho etapas de la Noble Ruta»; «los dos grados de la teoría de orígenes»; etc…
Sea lo que sea, cada casta lleva una existencia estrictamente individual. Los matrimonios entre una y otra casta están rigurosamente prohibidos. Ningún individuo de afuera debe conocer las costumbres de la casta; esta costumbre rige también en los alimentos: algunos están permitidos, otros prohibidos. Así, la vida entera está sometida a los reglamentos más severos.
Si un hindú se casa con una mujer que no pertenece a su casta, sus hijos son considerados como seres inferiores. Los hijos de éstos a su vez, son aún más bajos, siguiendo así en decadencia hasta llegar a la categoría de «paria», a la cual ningún hindú respetable puede acercarse.
Si una mujer «paria» desea hacer compras en una tienda de un hindú perteneciente a alguna casta, jamás se acerca a él, ni siquiera entra en la tienda. Llama al vendedor, le dice lo que desea, deposita en medio de la calle cualquier recipiente y se aleja hasta que el vendedor coloque en él el objeto deseado. Sólo después, la compradora puede retirarlo.
Ningún extranjero puede hacerse hindú, o naturalizarse, según nuestra expresión moderna. ¿A qué sociedad o «casta» pertenecería? En efecto, no se podría ser hindú sin plegarse a alguna de ellas. Podría aprender el idioma indígena, familiarizarse con su filosofía, hasta adoptar la religión hindú, pero siempre sería un extranjero.
Para terminar, una palabra sobre el nombre del personaje principal de este libro. La mimosa es un arbusto de la familia de las mimosáceas que tiene la particularidad de replegar sus tallos y hojas en momentos de peligro, quedando visibles sólo sus flores amarillas, redondas y pequeñitas, como un plumón de oro. A esta especie pertenecen la sensitiva y la acacia.
Esta planta corresponde exactamente al estado de la joven hindú ante tantas angustias; como pisoteada, doblada ante el huracán, pero victoriosa al beber del arroyo de aguas vivas.