Mimosa

La joven hindú

El que trae suerte

Los hijos de Mimosa eran niños simpáticos y se hacían querer. El mayor era un hombrecito que sabía arreglárselas solo. Era muy recto por naturaleza. El pequeño Music era muy inteligente y atractivo. Luego nació el cuarto. El cuarto hijo, si es varón, según se dice trae buena suerte a la familia. Si además el quinto es una niña, los dos son considerados como buen presagio. ¡Ay de la familia en que el cuarto es una niña o el quinto un varón! Se consideran como malditos por los dioses desde su nacimiento; traen la desgracia sobre todos sus familiares. Mimosa cuidaba a este bebé como la niña de sus ojos; de hecho, nunca estuvo separada de él, ni siquiera por un día.

La víspera del nacimiento, la madre sintió una gran angustia. Su marido se hallaba en una ciudad alejada. Mimosa sentía que le fallaba el corazón; fue una de las horas más sombrías de su vida; no veía luz en ningún lado. Trató de orar, pero no encontraba palabras para ello, sólo podía levantar los ojos al cielo y decir: «¡Dios mío, Dios mío!».

Al fin se durmió y soñó que veía a su bebé esperado, un varón, un portador de suerte. Estaba acostado en la estera al lado de ella, en perfecto estado y de hermoso parecer. Mientras lo miraba con ternura, vio cómo una serpiente se enrolló alrededor de él, y luego huyó pasando por debajo de la puerta. Cuando contó su sueño, todo el mundo estuvo de acuerdo para asegurarle que esto era buena señal. La serpiente representaba a Saturno, el dios de las desgracias que la había perseguido durante muchos años, haciéndola pasar por la pobreza, las enfermedades, el duelo. Ahora todo cambiaría puesto que la serpiente había huido.

Pocos días después de nacer el niño, el marido de Mimosa, habitualmente con tan mala suerte, encontró en la calle una joya de oro que trajo a casa. En vano trataron de encontrar al dueño. Entonces, guardaron la joya como si fuese un depósito bancario; ya no se sentían sin recursos. Para Mimosa tenía doble valor porque le parecía que la había recibido de Dios mismo y le dio gracias por ello. También su marido se sintió alentado. Si de veras la serpiente representaba el mal, ¿no lo había echado fuera Dios mismo?