Introducción
En el libro del Éxodo el tema central es la redención. Moisés aparece como el libertador de Israel, y la relación de este con Dios es ordenada divinamente por la sangre del cordero pascual. Por medio de distintas imágenes se nos muestra el significado que tiene la cruz de Cristo para Dios y para el hombre. Vemos a Israel, completamente seguro ante la espada del juicio, detrás de las puertas cuyos postes fueron rociados con sangre. También aparece a salvo en la orilla del Mar Rojo, felizmente evadido del poder de su opresor. Simbólicamente vemos aquí la posición de cada verdadero creyente. Librado del juicio eterno y del poder de Satanás por la muerte de Cristo, está preparado para el camino a través del desierto.
Oímos el cántico de alabanza de los liberados en agradecimiento a Dios por haber vuelto las aguas del mar sobre sus enemigos; acompañamos al pueblo hasta las palmeras y las fuentes de agua de Elim; atravesamos con él las llanuras rocosas y arenosas del desierto solitario, sin sendero; oímos sus quejas y vemos con admiración la mano protectora de Aquel que deja fluir agua de la roca, que manda pan y carne en cantidad, quien con inmutable fidelidad escolta a su pueblo gruñón; oímos los truenos del monte Sinaí y la irreflexiva promesa de un pueblo que no se conoce a sí mismo. En medio del humo y las llamas Moisés oye las palabras de Aquel que es fuego abrasador, mientras al pie del monte el pueblo baila con gritos de júbilo alrededor de un becerro de fundición. Luego, vemos en la edificación del tabernáculo y en el llamamiento del sacerdocio la inquebrantable fidelidad y el amparo de Dios, con los que mantiene relación con su pueblo terrenal y lo guía a través del desierto.
Todo esto pasa como luz y sombra ante nuestros ojos al meditar el segundo libro de Moisés. Y, mientras que el Nuevo Testamento nos expone el alcance de la obra consumada y la belleza de la persona de Jesucristo, el Antiguo Testamento, en el aspecto que ahora está ante nosotros, nos muestra los rasgos particulares de obra y de esta persona por medio de figuras claras y evidentes. Cada uno de los rasgos es apropiado para llenar al lector de admiración y adoración. Los caminos y las enseñanzas del Señor para con su pueblo, los postes de las puertas rociados con sangre, las aguas del Mar Rojo, el agua de la roca, el pan del cielo, la construcción del tabernáculo y sus instrumentos, el altar, el propiciatorio, los sacerdotes y sus vestiduras, los sacrificios ordenados y el incienso aromático, todo nos muestra a Cristo.
Él es
El Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último
(Apocalipsis 22:13).