Prólogo
Entre las escenas descritas en la Palabra de Dios no hay otras más conmovedoras que las que exponen los sufrimientos y la muerte del Señor Jesús. Pero tales escenas nos introducen en un terreno santo, en el que debemos entrar con los pies descalzos. Por otra parte, nos resulta difícil sondear las profundidades de este tema, como lo fue también para los discípulos. En cuanto a estos, leemos que, cuando el Señor les anunció que se cumplirían todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del hombre, “ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía” (Lucas 18:34; Marcos 9:32). Sin embargo, ¡con qué exactitud les había comunicado:
El Hijo del hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte… le azotarán, y escupirán en él, y le matarán!
(Marcos 10:33-34).
¡Qué precisa era esa impresionante descripción! En tres ocasiones les anunció así a los doce “su partida” (su muerte), que iba “a cumplir en Jerusalén” (Lucas 9:31).