Corintios I

Estudios sobre la primera epístola

Capítulo 16

El principio del capítulo 16 nos muestra que los estímulos del versículo 58 pueden ponerse en práctica. Pablo daba el ejemplo, y otros también con él. Él abundaba en la obra del Señor; asimismo Timoteo (v. 10); también Estéfanas con toda su casa (v. 15-16). ¡Cuán alentadores son estos ejemplos! Cada uno de nosotros es llamado a trabajar en la obra del Señor y a abundar en ella, sostenido por la seguridad de la victoria que Cristo ha logrado. Pero hay algo que a menudo hace que nuestro trabajo sea estéril: es la falta de amor. Esto se ve en los versículos 13 y 14 de nuestro capítulo:

Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos. Todas vuestras cosas sean hechas con amor.

Es el motor de nuestra actividad exterior –como en el capítulo 13 lo es de nuestra actividad en la asamblea–, el motor de una vida cristiana productiva para Cristo y para Dios. El amor tiene a Cristo por objeto: “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema” (v. 22). “El Señor viene” y juzgará toda obra cuyo móvil no haya sido el amor hacia él. Entregados a nuestra propia responsabilidad, ¡de qué forma más miserable ponemos esto en práctica! Pero no nos hallamos sin recursos: si la gracia está con nosotros, todo irá bien (v. 23).

Necesitamos la gracia de Dios para poder llevar a cabo la obra del Señor, para mantenernos firmes, para hacer todo con amor. Solamente en ella podemos confiar. Esta gracia nunca nos defraudará, si recurrimos a ella y no a nuestra voluntad o energía natural.

El apóstol termina con estas palabras (v. 24): “Mi amor en Cristo Jesús esté con todos vosotros”. El amor, en el amplio corazón del apóstol, estaba con todos ellos. En esto también les servía de ejemplo. Su amor estaba indistintamente con todos los santos, pues él conocía la grandeza del amor de Cristo por él.

¡AMÉN!