Compañeros de obra
En nueve de las trece epístolas que llevan su nombre, Pablo se llama a sí mismo “apóstol”. En aquellas iglesias en la cuales enseñanzas erróneas empezaban a difundirse (Corinto, Galacia, Colosas), era necesario subrayar la autoridad apostólica para combatirlas.
David (1)
El Llamamiento Jehová mira el corazón (1 Samuel 16:4-13). Desechado de Dios, Saúl reinará todavía hasta el momento cuando en su gobierno, Jehová quiere elegir y designar al que lo deberá reemplazar: “Un rey para él”.
David (10)
Como centro de reunión, David había atraído alrededor de sí a muchos, pero el relato sagrado quiso conservar también los rasgos de compañeros y amigos en los que había suscitado devoción. Jonatán
David (11)
Alabanza después de los años de pruebas. David sale de sus pruebas y de su aflicción con un himno de triunfo y de alabanza (2 Samuel 22; Salmo 18). Había aprendido por lo que sufrió, lo que Dios era; “el día que Jehová le había librado de la mano de todos sus enemigos y de la mano de Saúl”, y quiere cantar su gratitud.
David (2)
David huye y va primeramente a Samuel en Rama. Él y Samuel se fueron y moraron en Naiot (1 Samuel 19:18). Antes de hacerle probar las soledades del desierto, Dios quiso brindar un oasis a su joven siervo.
David (3)
Las liberaciones de Dios Jehová no abandona a su joven siervo. Si le hizo hacer a menudo la amarga constatación de la hostilidad de los hombres, le dio también la oportunidad de ser el objeto de la salvación divina.
David (4)
Por su actitud entre los filisteos, David había perdido todo derecho al trono. Si Dios no hubiese intervenido, habría combatido contra su propio pueblo, descalificándose así completamente para ocupar el cargo que lo esperaba. Es pues solo la gracia la que le otorga el reino.
David (5)
El que piensa estar firme, mire que no caiga (1 Corintios 10:12) Rey según el corazón de Dios, constantemente citado cual ejemplo a sus sucesores, David nos muestra en su vida de familia en qué forma el enemigo sabe valerse de los puntos débiles de cada uno para hacerlo caer. Abigail
David (6)
Betsabé (continuación) El corazón de David está puesto al desnudo, el mal es juzgado hasta las raíces y puede decir: “Vuélveme el gozo de tu salvación”. Dios perdona, Dios restaura; David vuelve a gozar la comunión con el Señor, pero bajo el gobierno de Dios, es dado el castigo.
David (7)
Adonías y Salomón
David (8)
Las aflicciones y las glorias “Los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” (1 Pedro 1:11) En el Antiguo Testamento, Dios nos da numerosos testimonios proféticos de los sufrimientos que debían ser el camino de su propio Hijo en este mundo y de las glorias después de ellos.
David (9)
Centro de reunión
David, período de formación
1 Samuel 16:7
Jehová mira el corazón. (1 Samuel 16:7) En el secreto El llamamiento Desechado por Dios, Saúl siguió reinando hasta el momento en que fue puesto de lado; pero Dios quiso elegir y designar al que lo reemplazaría y que sería “un rey” para él.
El Nombre que congrega
Jesús: “No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Tampoco hay otra persona que sea el centro de la reunión de los redimidos (Mateo 18:20). El deseo del Señor también es congregar a sus redimidos alrededor Suyo, para ser su Centro. Pero uno debe tener mucho cuidado para no aplicar estricta y teóricamente las verdades concernientes a la congregación, mientras individualmente deshonra al Señor, lo cual desacredita Su Nombre y Su testimonio, además de ser piedra de tropiezo para los que quieren acercarse.
La nueva vida del creyente
Uno no es salvo por las buenas obras que cumpla: “Dios… nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia” (Tito 3:5). Es también un grave error pensar que es necesario completar de alguna manera la obra de Cristo respecto de nuestros pecados, al cumplir buenas obras que nos acrediten méritos (Efesios 2:9). La Palabra de Dios es muy clara: hemos sido “creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).
La oración
Primero es necesario escuchar, luego hablar. “Hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero” (Éxodo 33:11). Hoy el creyente goza de un privilegio aún mayor: comunicarse con Dios no solo como con su amigo, sino escucharle y hablarle como a su Padre.
La progresiva revelación de Dios
“Jehová ha dicho que él habitaría en la oscuridad” (2 Crónicas 6:1). Cuando la nube –presencia de Dios– llenó el tabernáculo o el templo, ni los sacerdotes ni el mismo Moisés, en su tiempo, podían penetrar en él, “porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios” (Éxodo 40:35; 2 Crónicas 5:14). Él “habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (1 Timoteo 6:16). En otras palabras, él es desconocido en la tierra, permanece inaccesible en la luz celestial. Cuando Moisés desea ver la gloria de Dios, Jehová le responde: “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá” (Éxodo 33:20). Sin embargo, a través de los siglos –como lo dice Pablo a los atenienses– algunos han buscado “si en alguna manera, palpando, puedan hallarle” (Hechos 17:27). Incluso un filósofo griego como Platón no pudo más que «palpar». Era necesario que Dios se revelase.
La tentación y el socorro divino
¿Qué es la tentación? Es la incitación a pecar. Y pecar es, fundamentalmente, hacer la propia voluntad, la cual se opone a lo que uno sabe que es la voluntad de Dios. Esta “voluntad de Dios” la resume el Señor mismo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas… Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:30-31).
Las siete fiestas de Jehová
Levítico 23 – Números 28 – Números 29 – Deuteronomio 16
Las fiestas de Jehová, como están expuestas en Levítico capítulo 23, eran “fiestas solemnes”, es decir, tiempos fijados para acercarse a Dios y presentarle sacrificios (v. 37). Según el pensamiento divino, no eran fiestas del pueblo, sino “las fiestas solemnes de Jehová”, santificadas para él y para su gloria. Cuando la tradición y los ritos las despojaron de su verdadero carácter –hasta el punto de excluir de ellas al mismo Señor Jesús–, esas fiestas fueron llamadas meramente “fiesta de los judíos” (Juan 5:1; 7:2).
Más fruto
Nuestro tema parece austero a primera vista, sin embargo es muy actual. A menudo los jóvenes y los menos jóvenes se preguntan: «¿Por qué permitió Dios tal acontecimiento en mi vida? ¿Por qué perdí mis exámenes? ¿Por qué mi madre está enferma? ¿Por qué este duelo?». A tales preguntas se dan dos grandes categorías de respuestas; una es la del fatalismo: «Estaba ya escrito; solo hay que aceptarlo y someterse, porque es inevitable». La otra respuesta, la cristiana, es muy diferente: «¿Qué quieres enseñarme?».
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