Prólogo
Las fiestas de Jehová, como están expuestas en Levítico capítulo 23, eran “fiestas solemnes”, es decir, tiempos fijados para acercarse a Dios y presentarle sacrificios (v. 37). Según el pensamiento divino, no eran fiestas del pueblo, sino “las fiestas solemnes de Jehová”, santificadas para él y para su gloria. Cuando la tradición y los ritos las despojaron de su verdadero carácter –hasta el punto de excluir de ellas al mismo Señor Jesús–, esas fiestas fueron llamadas meramente “fiesta de los judíos” (Juan 5:1; 7:2).
Aparte de su valor histórico por haber sido celebradas efectivamente en Israel, estas fiestas tienen a la vez un significado simbólico y un alcance profético. Consideraremos este último para buscar su aplicación a la vida cristiana. Por cierto, los caminos de Dios son los mismos, trátese de su pueblo terrenal, de su pueblo celestial o del rescatado individualmente.
Cabe recordar que el cristiano no celebra fiestas rituales (Colosenses 2:16; Gálatas 4:10), pero las de Levítico 23 pueden considerarse como otras tantas experiencias espirituales que el rescatado se ve llamado a vivir quizá más de una vez en su vida cristiana.
Para profundizar en este tema, recomendamos al lector el estudio de los comentarios de C. H. Mackintosh sobre Levítico, Números y Deuteronomio.