Prólogo a la versión castellana
En estos últimos tiempos, en estos días en que los corazones de los hombres se llenan de espanto a causa de las cosas que suceden o han de acontecer pronto, nos es grato ofrecer, a creyentes y amigos de habla castellana, la presente adaptación de la obra del siervo del Señor y autor cristiano holandés H. L. Heijkoop; la cual, publicada en artículos en una revista bíblica juvenil, fue luego compilada e impresa.
Una ojeada al sumario manifestará enseguida la importancia de los temas tratados o, mejor dicho, apenas bosquejados, ya que ¿quién podría realizar un estudio exhaustivo de las profecías o “agotar” alguna porción de la Palabra de Dios? Dentro de los límites que se ha propuesto el autor, y desde un punto de vista adicto a la sana doctrina, es una obra de mucho valor sobre un tema generalmente tan desconocido como lo es el estudio detenido de las profecías y el porvenir del mundo.
De lectura amena y clara, el gran acopio de citas bíblicas ofrece abundante material de estudio y meditación y despierta el deseo de escudriñar estas porciones de la Biblia en aquellos que no están aún familiarizados con ellas. Por otra parte, aumenta el afecto e interés de aquellos que las conocen ya de alguna manera.
En cuanto a las objeciones que oponen algunos al estudio detenido de las profecías, el lector las encontrará contestadas en la introducción que va a continuación. Sin embargo, cada uno es invitado a sondear las Escrituras por sí mismo, con actitud dependiente del Señor, y a extraer así una amplia bendición. Solo citaremos, entre otras pruebas de seriedad que ofrece la presente obra, la falta absoluta de cualquier clase de cálculos en cuanto al día y la hora de la segunda venida del Señor (Mateo 24:36).
Al analizar los beneficios de un estudio detenido y serio de las partes proféticas de la Palabra de Dios, a las cuales –nos dice el apóstol Pedro– “hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro” (2 Pedro 1:19), vemos que son numerosos y de gran importancia.
En efecto, el conocimiento cierto de las líneas generales de los grandes acontecimientos que han de verificarse después de la bendita venida de nuestro Redentor para arrebatar a sus amados (1 Tesalonicenses 4:14-16) y hasta el fin de este mundo, nos hace ver todas las cosas desde otro ángulo.
Nos recuerda en primer lugar que, hoy más que nunca, hemos de estar alerta ante los peligros inminentes, no dejándonos engañar por el enemigo de nuestras almas y guardando nuestros vasos en santidad, “sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).
En segundo lugar, además de todos los sentimientos de gratitud que tan sublime revelación ha de hacer brotar en nuestros corazones, el conocimiento de las profecías ha de ser un poderoso estímulo para pregonar al mundo perdido, cual Noé, Jonás o el mismo Señor: “El reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio” (Marcos 1:15).
Las profecías han de recordarnos que, ante la catástrofe que se avecina, somos testigos de la gracia de Dios.
Por fin, como dijo un hermano con mucho acierto: «Debemos tener siempre presente que no estudiamos la profecía por lo que la profecía es en sí, sino teniendo siempre en cuenta que el centro, fin y propósito de la profecía es Cristo, el Hijo de Dios, en su humillación aquí en el mundo o en su exaltación en gloria».
Unas palabras todavía en cuanto al texto. Aunque adaptación, el presente libro refleja con mucha fidelidad el pensamiento del autor. Las citas son hechas de la versión Reina-Valera.
Resta, pues, suplicar al Padre de las luces que bendiga la lectura y la meditación de su preciosa Palabra.
Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca
(Apocalipsis 1:3).
“El que da testimonio de estas cosas dice: ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).