El porvenir

según las profecías de la Palabra de Dios

Otras observaciones sobre las profecías

Resumen

El orden de los acontecimientos tratados es el siguiente:

a) Primeramente vendrá el Señor en el aire para arrebatar a la Iglesia de la tierra, introduciéndola en casa del Padre (Juan 14:1-3; 1 Corintios 15:51-54; 1 Tesalonicenses 4:15-17). No hay ninguna profecía de la Escritura de la cual se diga que tiene que cumplirse antes del recogimiento de la Iglesia. En cambio, es evidente que la mayor parte de los vaticinios se relacionan con el tiempo posterior a este momento. Así, por ejemplo: el Apocalipsis, desde el capítulo 4:1.

b) Dios de nuevo reanuda su relación directa con Israel y con las naciones. De las profecías no se deduce claramente si esto será inmediatamente después del recogimiento de la Iglesia o si transcurrirá un lapso intermedio, como sucedió al principio de la Iglesia, cuando Israel fue puesto completamente de lado solo algún tiempo después (Hechos 3:19-21; 28:20-28).

De Ezequiel 37 débese deducir que las intervenciones de Dios en relación con los judíos comienzan antes de que hayan logrado una existencia nacional en Israel. El profeta predice la orden de Dios y el cuerpo va formándose. Desde luego, la intención de Dios no es que vuelvan incrédulos a Palestina. Los primeros versículos muestran esto claramente. Pero, no obstante, el regreso es una consecuencia de las profecías hechas por mandato de Dios. Esto es conforme a Jeremías 16:15-18.

Daniel 9:27 nos revela, sin embargo, que la septuagésima semana de años comienza solamente después de que los judíos existan como nación independiente en Palestina y el Imperio romano haya sido restaurado.

El establecimiento del Estado de Israel ya lo hemos vivido. Si el Imperio romano es restaurado y concluye una alianza con Israel antes del recogimiento de la Iglesia, no resulta –a mi juicio– completamente claro de la Escritura. En cambio, lo que resulta completamente evidente es que solo los acontecimientos de la segunda mitad de la septuagésima semana de año tendrán lugar absolutamente después del recogimiento de la Iglesia. En el Apocalipsis son mencionados solamente estos tres años y medio, de una manera expresa, y entonces la Iglesia ya estará en el cielo.

c) En la mitad de la semana, el diablo será expulsado del cielo (Apocalipsis 12:7 y siguientes). Como sabe que tiene poco tiempo (v. 12) inducirá a sus dos grandes instrumentos, las dos bestias de Apocalipsis 13, a demostrar completamente su naturaleza verdadera. La primera bestia es la cabeza política del Imperio romano (v. 1-10) y la segunda, la cabeza de la falsa religión (v. 11-18). Esta última se manifestará como el anticristo y la primera se revelará como el supremo blasfemador e instrumento satánico (Daniel 9:27; 7:25; Apocalipsis 13:5).

Esto significará para los judíos que el culto que ellos rinden en el templo de Jerusalén cesará, y que una imagen (probablemente de la cabeza política del Imperio romano) será colocada en el templo (Daniel 9:27; 11:38-39; 12:11; Apocalipsis 13:15).

Esto significará para el Imperio romano, probablemente, que el último resto de la cristiandad, es decir la cristiandad nominal, unida bajo la dirección de Roma, será destruido (Apocalipsis 17 y 18).

d) El residuo fiel de los judíos huirá de Jerusalén (Mateo 24:15-21). La segunda parte de los Salmos (cap. 42-72) refleja, proféticamente, los sentimientos de este residuo, mientras se halla fuera de Jerusalén. Sin embargo, dos potentes testigos de Dios, intangibles para sus enemigos, permanecerán en la ciudad (Apocalipsis 11:2-13).

El residuo huido será el objeto de todo el odio y persecución del anticristo (Apocalipsis 12:6, 13-17; Isaías 16:3, 4; 21:14, 15; Salmos 52, 55, etc.). Pero, simultáneamente, los juicios de Dios alcanzarán a Judea y al territorio del Imperio romano. Es la hora de la gran tribulación (Mateo 24:21).

e) Casi al final de estos tres años y medio, el rey del Norte (el vasallo de Rusia) y el rey del Sur (Egipto) atacarán, a la vez, a Palestina. El rey del Norte vencerá, conquistará a Jerusalén y se dirigirá, entonces, a Egipto.

f) El rey judaico (el anticristo) ha huido entre tanto hacia su aliado, el jefe político del Imperio romano. Junto con los ejércitos de Europa occidental regresarán a Palestina, se apoderarán de Jerusalén y matarán a los dos testigos de Dios (Apocalipsis 11:7, 8).

g) Sin embargo, cuando se oponen al residuo fiel, el Señor Jesús viene en las nubes del cielo y vence a su ejército, lanzándoles a ellos mismos al infierno (Zacarías 14:4; Apocalipsis 19:11-21). Así termina la septuagésima semana de años de Daniel.

h) Entonces vuelve a venir el rey del Norte de Egipto, por haber oído los rumores de Palestina, pero es destruido también (Daniel 11:45). Los judíos castigan a las naciones ubicadas alrededor de ellos (Isaías 11:14). Todas estas cosas se efectuarán, probablemente, en los primeros treinta días después del fin de la septuagésima semana de años (Daniel 12:11).

i) Entonces vendrán Gog y Magog, pero caerán en los montes de Israel (Ezequiel 38 y 39). Sin embargo, en ese intermedio el residuo de las diez tribus ha llegado también a Palestina (Ezequiel 20:37; 38:41). Esto tendrá lugar probablemente dentro de los 45 días posteriores a lo precedente (Daniel 12:12).

j) Tras estos hechos, vendrá el juicio sobre las naciones conforme está descrito en Mateo 25. Entonces no habrá rebeldía abierta contra el Señor Jesús, quien reinará en la tierra por mil años en paz y con justicia. Durante este tiempo, Satanás permanece atado en el abismo (Apocalipsis 20).

k) Al fin de los mil años, Satanás es desatado para poner una vez más a prueba a los hombres.

La mayoría de estos se pone de nuevo bajo su dirección y se sublevan nuevamente contra Dios y el Señor Jesús y sitian a Jerusalén. Entonces son muertos y Satanás es lanzado vivo al infierno (Apocalipsis 20).

Cielo y tierra perecen (2 Pedro 3) y los muertos son juzgados delante del gran trono blanco.

l) Sigue luego la eternidad, en la que los hombres que se han convertido –o sea, los renacidos– vivirán en la nueva tierra. También allí, la Iglesia ocupará un sitio especial y Dios morará en medio de los hombres.

¿Qué naciones serán juzgadas en Palestina?

En Génesis 10 encontramos a los descendientes de Noé como los progenitores de las diferentes naciones. En el versículo 2 vemos que los hijos de Jafet son Gomer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras.

Si consideramos que Media y Persia se han fusionado, según Daniel 6 y 8:20, entonces hallamos que todos estos nombres son designados literalmente en Ezequiel 38 y 39 como pertenecientes a Rusia, o a su esfera de influencia, excepto los nombres de Javán y Tiras. Y asimismo, aisladamente, un hijo de Gomer: Togarma.

Según Zacarías 9:13, Javán también será comprometido en la lucha final. Daniel 11:30 indica en relación con Génesis 10:4, que Javán será ligado con el Imperio romano. Javán quiere decir: Grecia. Hablaré de Tiras al tratar de la palabra “Ras” del libro de Ezequiel 38 y 39.

Los hijos de Cam fueron Cus, Mizraím, Fut y Canaán. Canaán fue destruida cuando los israelitas tomaron posesión de la tierra. A Cus (en muchas versiones traducido por «Etiopía») y a Fut los encontramos también en Ezequiel 38, en unión con Rusia. A Mizraím (Egipto) y a Cus los hallamos en Daniel 11:43. Cus está mencionado dos veces debido a que una parte de sus descendientes fueron a vivir en el Eufrates (Génesis 10:8-10) y otra parte en el Nilo, en África.

Los hijos de Sem fueron Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aram.

De Isaías 21:2, Jeremías 25:25 y Daniel 8:2 resulta que Elam significa: Persia. En algunas Biblias antiguas Aram es traducido por Siria.

Como hemos leído antes, Persia es vista, en Ezequiel 38, con Rusia. Siria con Assur (2 Reyes 16:9), el rey del Norte, que es un vasallo de Rusia.

Lud es siempre mencionado juntamente con Fut (véase Ezequiel 27:10; 30:5; Jeremías 46:9; Isaías 66:19). Pero no es mencionado expresamente en el tiempo final.

Arfaxad es el progenitor de Israel y de otros pueblos.

Así vemos, pues, que todos los nietos de Noé se hallan comprometidos en el combate final en Palestina, salvo Lud que, sin embargo, es visto, probablemente, en Fut, y Tiras. De este último se hablará luego.

Para poder seguir con provecho lo antes mencionado en este estudio, es útil consultar un mapa del mundo antiguo, en el cual se hallen designados los pueblos mencionados, con la indicación geográfica de los lugares donde se radicaron.

¿Es Rusia el “Ras” o “Ros” de Ezequiel 38 y 39?

La palabra hebrea “Ras” o “Ros” está en Ezequiel 38:2, 3 y 39:1, en la versión Reina-Valera de 1909 y otras antiguas, traducida por “cabecera”. Indudablemente, la palabra también se halla en este sentido en la Biblia. Pero, además, también con otras significaciones, como «bilis» y también como nombre propio. Se ve, por ejemplo en Génesis 46:21, que un hijo de Benjamín tenía este nombre. Como es allí sin duda un nombre propio, se lo ha dejado sin traducir en versiones oficiales.

Lo antes mencionado es cosa muy frecuente en el Antiguo Testamento. Todos los nombres tienen allí una significación. Así, pues, a menudo cada traductor debe inferir, del sentido en el cual se halla usada una palabra, si se trata de un nombre propio que no ha de ser traducido, o si en cambio debe serlo.

¿Qué significa, pues, la palabra “Ros” o “Ras” en Ezequiel 38:2, 3 y 39:1?

La primera traducción del Antiguo Testamento al griego, llamada «de los setenta», fue realizada por sabios judíos menos de doscientos años antes del nacimiento del Señor Jesús. Vivían unos siglos tan solo después de Ezequiel y conocían bien, por consiguiente, el hebreo de aquellos días. Tomaron la palabra como designación de un pueblo, reproduciéndola por “Ros”. Esta traducción fue usada por el Señor Jesús y los apóstoles.

Las traducciones al griego de Teodocio y de Simaco, efectuadas más tarde, procedieron de igual manera.

Hebraístas del último siglo (Bochart, Vitringa, De Wette, Kuenen, David Levie, Smend, Bertholet, Dhum, Franz Delitzsch, W. Gesenius, Fr. Buhl, Darby, Kelly, Grant, Toy, etc.) han confirmado tal versión.

La traducción por “cabecera” ha encontrado buena acogida por S. Jerónimo, el corrector del viejo texto latino. Como argumento alega que en toda la Biblia no se halla ninguna otra mención de un pueblo que se llame “Ros”. Este mismo argumento ha sido seguido por otros traductores.

Pero los editores de las Escrituras de Jerónimo ya dan una refutación suficiente a este argumento, observando que también los nombres Kebar, Gammadin, Kilmad, Kub, Hetlon, Sebrain, etc. se encuentran únicamente en Ezequiel y en ninguna otra parte más. Y nosotros podemos completar aun esta lista con Diblath, Gebal, Hamona, Hauran, Helbon, Koa, etc. etc.

Esta traducción ha sido aceptada también por S. Jerónimo para la Vulgata (la traducción oficial de la Iglesia romana), teniendo, por consiguiente, gran influencia en las traducciones posteriores.

La expresión «príncipe de la cabecera de Mesec y Tubal» no constituye una buena frase, mientras que “príncipe de Ros, Mesec y Tubal” está clara. También la relación con los nombres de Mesec y Tubal señala la probabilidad de que “Ros” sea el nombre de un pueblo. Pero, a causa de que, en la época de S. Jerónimo, el pueblo de Ros no era conocido, se ha ocasionado este desvío del sentido claro de las palabras.

Los historiadores bizantinos –entre ellos León Diácono– llaman repetidamente “Ros” a los habitantes de Rusia. En virtud de eso declaró el conocido hebraísta W. Gesenius que no había duda de que “Ros” representa a los «rusos». El historiador Gibbons dice que “Ros” es la designación griega de «Ruso». Toy pone en relación “Ros” o “Ras” con Tiras en Génesis 10:2. En Génesis 10 Tiras, en efecto, es nombrado juntamente con Mesec y Tubal, que están relacionados con Ros o Ras también en Ezequiel 38 y 39.

En este sentido es interesante anotar que en 1825 apareció en Petrogrado un libro, en francés, titulado: «Origines Russes» de J. von Hammer. También este escritor trata de demostrar en él que el “Ros” que se halla en algunos lugares del Corán, es el mismo que Tiras en Génesis 10, el que nombra al progenitor de los rusos. Efectivamente, la supresión de parte de un nombre no es cosa extraordinaria en la Biblia. Recuérdese Abram – Abraham, Sara – Sara.

Si recordamos, también, que el río ruso «Dniester» se llamó antes «Tiras» y que en la desembocadura de este río se encontraba la ciudad del mismo nombre, así como que en aquel tiempo se llamaba el «Volga» «Rha», entonces vemos que estos pensamientos no carecen de fundamento.

Mesec y Tubal se escriben en griego: Meesoch y Thobel. Reconocemos en ellos, muy claramente, los nombres de Moscú y Tobolsk, las capitales de Rusia europea y de Rusia asiática, respectivamente. La región donde Moscú se encuentra se llamó antes Moscovia. Queda, pues, en claro la verdadera traducción de la palabra “Ros” o “Rosh”, útil para entender aquel pasaje profético.

Las setenta semanas de años de Daniel (cap. 9)

La historia de Israel puede ser divida en los siguientes períodos:

1. Su origen: el lapso desde el nacimiento de Abraham hasta la liberación de Egipto y la ley de Sinaí.

2. La posesión del país: el lapso desde Sinaí hasta la construcción del templo bajo el reinado de Salomón.

3. La decadencia y el juicio: a partir de la construcción del templo hasta la vuelta de Nehemías a Jerusalén para volver a edificar la ciudad.

4. La restauración y la reconciliación: desde la reedificación de Jerusalén hasta la completa reconciliación y la entrada en la gloria del reino de paz.

Lo sorprendente de esto es que Dios ha previsto para esas épocas sendos lapsos de 490 años cada uno, es decir, setenta semanas de años en cada período.

La creación

Según Génesis 12:4, Abraham tenía 75 años de edad cuando recibió la promesa y salió de Harán para ir a Palestina. En Gálatas 3:17, el apóstol dice que la ley fue dada 430 años después. Entonces, desde el nacimiento de Abraham hasta la ley son 505 años. Pero, en estos están incluidos los 15 años de falta de fe, calculados desde el momento en que Abraham quiso hacer efectivas las bendiciones de manera carnal –tomando a Agar como mujer– hasta el nacimiento de Isaac (Génesis 16:3; 21:5).

La posesión del país

De Hechos 13:18-22 obtenemos el siguiente cálculo:

 

En el desierto                                                                                 40 años

Conquista del país                                                                          x años

Desde entonces hasta el primer juez                                            y años

El tiempo de los jueces                                                              450 años

Saúl                                                                                                  40 años

David                                                                                               40 años

Salomón hasta el acabamiento de

la edificación del templo                                                             11 años

 

De Números 9:1 y Josué 14:7-10 se desprende que «x» es igual a 6 años. Según Jueces 11:26 y según las cifras de los precedentes cálculos, se puede calcular que «y» debe ser igual a 14 años. De esta manera se llega al total de 601 años.

Durante esta cantidad de años los israelitas estuvieron bajo dominación extranjera, es decir:

 

según Jueces 3:8-11, bajo Cusan-Risataim                               8 años

según Jueces 3:14-30, bajo Eglón, rey de Moab                    18 años

según Jueces 3:31-4:3, bajo Jabin,

rey de los canaanitas                                                                   20 años

según Jueces 6:1; 8:28, bajo Madián                                         7 años

según Jueces 10:8, bajo los filisteos y los amonitas              18 años

según Jueces 13:1, bajo los filisteos                                         40 años

Total                                                                                              111 años

 

Si descontamos estos 111 años de los 601 años, nos quedan de nuevo 490 años.

Según 1 Reyes 6:1 y 38, tenemos 487 años. Entre estos, evidentemente, no han sido contados los 3 años de tiranía de Abimelec (Jueces 9:22; 10:10).

La decadencia y el juicio

El templo fue terminado en el año 1005 antes de Cristo. En el año 445 a.C. Nehemías fue a Jerusalén para reedificar la ciudad (Daniel 9:25; Nehemías 2:5-8). Son entonces 560 años. Si les quitamos los 70 años de cautividad durante los cuales el pueblo no estuvo en el país, obtenemos de nuevo 490 años.                   

 

La restauración y la reconciliación

En Daniel 9:24 nos enteramos de que setenta semanas, que son 490 años (compárese con Levítico 25:8), estaban determinadas sobre Israel y Jerusalén “para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos” (V. M.)

Esto debía tener su comienzo con la reconstrucción de Jerusalén y su fin debía ser una plena bendición. Después había de venir el Mesías, quien, empero, habría de ser rechazado. Entre la semana 69 y 70 ocurren acontecimientos que no se tienen en cuenta aquí.

Dios, quien no contó los años en que Abraham obró con falta de fe, ni los años de dominación extranjera y tampoco los años en que el pueblo tuvo que vivir en cautiverio fuera del país, ¿habría de contar acaso los años del tiempo del rechazo de su Hijo y la consecuente dispersión del pueblo entre las naciones? Es evidente que no.

Así, el transcurso de las setenta semanas es interrumpido durante el período de la Iglesia. Solo tendrá su continuación después del retorno de Cristo para arrebatar a los creyentes