El porvenir de Europa Occidental
¿Gobierna Dios la tierra?
Si leemos detenidamente las Escrituras, hallamos un fenómeno notable en los designios de Dios respecto a la tierra. Vemos que Dios se manifiesta, de una manera alternativa, como el Dios de la tierra, ocupándose, de modo directo, en gobernarla, o bien que se retira a sus moradas, como si fuera únicamente el Dios del cielo, ejerciendo, tan solo de una manera indirecta, su influencia sobre el gobierno de este mundo.
En el jardín de Edén tenemos el gobierno directo de Dios. Pero, después de la caída del hombre, ya no lo encontramos más. Ese gobierno ha sido dejado, en la tierra, al hombre caído. La generación de Caín reina. De la generación de Seth se dice solamente que ocupa su sitio en el testimonio sucesivo, dando expresión a su fe en los nombres de sus hijos. No hallamos en ellos esfuerzo alguno para ejercer influencia.
Después del diluvio, la situación cambia de nuevo. Dios establece un pacto con la tierra, dando indicaciones directas a Noé acerca de cómo este último ha de gobernar la tierra. Pero, cuando el hombre vuelve a caer en la corrupción, cuando Noé incurre en la embriaguez, cuando la masa –rebelada contra Dios al edificar a Babel– es confundida, esparcida y dividida en pueblos, entonces Dios llama a Abram para que peregrine como extranjero, sin ejercer influencia en el gobierno de la tierra.
Respecto a Israel hallamos, otra vez, que Dios manifiesta sus derechos sobre la tierra. Da indicaciones precisas sobre la conducta del pueblo. En Josué 3:11 se hace llamar “el SEÑOR de toda la tierra” y en 5:14 interviene él mismo, como príncipe del ejército de Jehová, en la lucha. En 1 Crónicas 29:23 nos es dicho que el trono de Jehová está en Jerusalén.
Desgraciadamente, también Israel abandonó a Dios. Primeramente, a causa de la idolatría de las diez tribus, Dios tiene que desterrarles. Y si, entonces, no solo Judá, sino también la generación de David, sirve a los ídolos, Dios tiene que entregarles también en manos de sus enemigos, conduciéndoles al destierro. La gloria de Jehová, que habitaba en el templo entre los querubines, abandona Jerusalén, como vemos en Ezequiel 11:23. Y puesto que el pueblo, al que Él había acogido tan cerca de sí, y al que había bendecido tan ricamente, le abandonó, Él dio su dominio al pueblo que le había abandonado en primer término, es decir, a Babel. Daniel 2 nos declara esto expresamente.
Dios dice a Nabucodonosor (v. 28) que le ha revelado lo que ha de acontecer en los últimos días. Y ha hecho esto por el conocido sueño en el cual le mostró la gran imagen.
¡Dios da el gobierno del mundo a príncipes paganos!
Nabucodonosor era la cabeza de oro. Había recibido el imperio directamente del Dios del cielo (v. 37). No se trata aquí del dominio ordinario, como tantos reyes habían tenido antes que él. Se habla aquí expresamente de dominio mundial. En su tiempo, y en el de los posteriores reinos, no habría ningún poder de idéntico valor sobre la tierra.
El segundo reino (nótese: no rey, v. 39) sería menor que el de Babilonia. Hallase representado por el pecho y los brazos de plata. Este reino no recibe su poder directamente de Dios, sino como sucesor del reino babilónico. El nombre de este segundo reino nos es dado en el capítulo 5:28. Es el imperio medo-persa.
El tercer reino es –según la Palabra– de metal y dominará sobre toda la tierra. El capítulo 8:3-7, 20, 21 nos da también su nombre. Es el imperio griego. Y, en efecto, este reino fue de mayor extensión que el de sus predecesores. Alejandro Magno reinó desde Macedonia hasta el Indo y el Nilo.
Del cuarto reino se nos da una extensa descripción, mostrando cuán terrible es. “Será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo” (Daniel 2:40). El nombre de este reino, las Escrituras nos lo dan también. Lucas 2 nos dice que en aquellos días hubo un emperador, reinando sobre toda la tierra. Es el Imperio romano. La propia historia profana nos confirma que aquellos cuatro imperios se han sucedido uno tras otro, como las Escrituras lo habían profetizado en Daniel 2.
La historia profética del Imperio romano
Aunque aquel que conoce la historia de los primeros reinos contempla admirado la precisión de las profecías de Dios al leer capítulos como Daniel 8-10 y 11, ahora no queremos tratar esto, sino solamente averiguar la historia del cuarto reino.
El cuarto reino es representado simbólicamente por las piernas de hierro y sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. Como el doble carácter del Imperio medo-persa fue representado por los dos brazos en el pecho y en el capítulo 7:5 por la bestia que se puso sobre un lado, así el Imperio romano es caracterizado por una división: el Imperio romano occidental y el Imperio romano oriental. Además, las postrimerías del Imperio son diferentes. En su principio las piernas son solamente de hierro y los pies son de hierro mezclado con barro cocido (Daniel 2:33). Por consiguiente, ha entrado un elemento extraño y, según el versículo 43, esto se refiere a hombres, pues está escrito que mezclaránse con alianza humana. Sin duda, ello se relaciona con las grandes masas de pueblos del Noreste de Europa las que en el cuarto y quinto siglos invadieron el Imperio romano, fusionándose con los habitantes originarios.
Además, hallamos en la interpretación (v. 41) algo que no había sido dicho en la descripción de la imagen misma: a saber, que ella tiene dedos. El final del cuarto reino se manifestará, por consiguiente, en la forma de diez dedos, aunque dicho reino forme una unidad: los dedos están unidos a los pies.
La Palabra dice (v. 34, 35) que la imagen será destruida por una piedra, cortada no por manos, la que, después de destruir la imagen, fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra. El versículo 44 dice que será un reino levantado por el Dios del cielo; un reino que jamás se corromperá.
Esto tendrá lugar “en los días de estos reyes”. Pero, ¿qué reyes son estos?
No puede ser en el tiempo de los reyes de los tres primeros reinos. Está claro que estos desaparecieron, disolviéndose en el Imperio romano. Entonces, en el tiempo del fin, habrá un número mayor de reyes, pertenecientes todos al Imperio romano. Aquí tenemos una seria indicación de que los dedos, de los cuales se habla en los anteriores versículos, simbolizan otros tantos reyes. No puede ser otra cosa que una representación de esos reyes.
Daniel capítulo 7 nos da más detalles. Allí tenemos los mismos cuatro imperios representados por la imagen de cuatro bestias. La cuarta bestia tiene a su vez las mismas características que el cuarto reino en Daniel 2:40: “Espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos”.
La bestia será destruida cuando el Anciano de días, “cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia” se siente sobre su trono. “Su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él: el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos”.
Entonces viene uno como “un hijo de hombre” en las nubes del cielo a la presencia del Anciano de días, y “le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido”.
En Mateo 24:30 vemos claramente que este es el Señor Jesucristo. Allí el Señor mismo dice que vendrá en las nubes del cielo para tomar posesión de su reino. Y Apocalipsis 1:7 lo dice asimismo.
De esto se desprende claramente que el Imperio romano será destruido por el Señor Jesucristo al venir a la tierra en las nubes del cielo. En aquel tiempo el Imperio romano tendrá diez formas de manifestación, las cuales representan diez clases de reyes. Hemos visto esto claramente en Daniel 2 y aquí en el capítulo 7 nos es confirmado. Es decir, la cuarta bestia tiene diez cuernos y en el versículo 24 se dice que esos diez cuernos serán diez reyes que se levantarán de dicho reino.
¿Existe aún el Imperio romano?
Sin duda, esta pregunta se la formularán muchos, pues por la Historia hemos aprendido que el Imperio romano fue destruido hace ya 1500 años.
Por lo tanto, muchos intérpretes de la Escritura, que no se atienen solamente a la Palabra de Dios, ni juzgan la Historia por la Palabra de Dios, sino que interpretan la profecía por los libros históricos, han buscado un recurso. Piensan que el eterno reino, que había de destruir al Imperio romano, es el Cristianismo.
Si leemos atentamente en Daniel 2 y 7, vemos que tal interpretación no es exacta. En Daniel 2, la piedra se hace grande solo después de la destrucción de la imagen, mientras que el Cristianismo ya había llegado al poder en el reino romano, cuando este se hundió.
También hallamos allí que será destruido después de haberse mezclado el barro con el hierro. Sin embargo, cuando las tribus germanas invadieron el reino, esto mismo ocasionó precisamente su desaparición.
El Señor Jesucristo ¿ha venido ya en las nubes del cielo?
Pero ¿quién osaría alegar que lo que está escrito en Daniel 7:9-14 ha tenido ya lugar? El Señor Jesucristo no ha venido aún en las nubes del cielo, pues, según Apocalipsis 1:7, todo ojo le verá. El Juez no se ha sentado aún, ni los libros han sido abiertos todavía. ¿Y quién se atreverá a decir que todos los pueblos, naciones y lenguas actualmente Le honran y obedecen?
Nadie se aventurará a decir que países tales como Rusia, toda el Asia y África Le honran y obedecen. ¿Y quién osará alegar que América y Europa Occidental Le honran y obedecen? Mientras que se dice, en los versículos 14 y 27, que todos los señoríos, naciones y lenguas Le honrarán y obedecerán. Así, pues, todo esto es aún cosa futura.
Resulta de ello que el Imperio romano se levantará nuevamente, pues –según la profecía– ha de existir cuando el Señor Jesucristo venga de nuevo a la tierra.
¿Cómo será restaurado el Imperio romano?
En Apocalipsis 13 y 17 hallamos al Imperio romano también. En el capítulo 13:1-2 tenemos las mismas bestias que en Daniel 7, pero en un orden inverso. El Imperio romano ha acogido en sí mismo a los otros reinos. Mas el apóstol Juan –que vivía durante el cuarto reino– ve retrospectivamente, mientras que Daniel miraba hacia el futuro.
La bestia tiene diez cuernos y siete cabezas, y sobre sus cuernos diez diademas. Una diadema es insignia de dignidad real. En el capítulo 17:12 se dice que esos diez cuernos representan diez reyes. Las siete cabezas son, primeramente, una alusión a la ciudad de Roma (la ciudad de las siete colinas), pero, al mismo tiempo, una designación de las siete formas de gobierno que existirán sucesivamente. En el tiempo en que fue escrito el Apocalipsis, la sexta forma de gobierno ya existía, según el capítulo 17:10. La historia profana nos enseña que tales formas eran: Reyes, Cónsules, Decenviros, Tribunos, Pero ¿quién osaría alegar que lo que está escrito en Daniel 7:9-14 ha tenido ya lugar? El Señor Jesucristo no ha venido aún en las nubes del cielo, pues, según Apocalipsis 1:7, todo ojo le verá. El Juez no se ha sentado aún, ni los libros han sido abiertos todavía. ¿Y quién se atreverá a decir que todos los pueblos, naciones y lenguas actualmente Le honran y obedecen?
Nadie se aventurará a decir que países tales como Rusia, toda el Asia y África Le honran y obedecen. ¿Y quién osará alegar que América y Europa Occidental Le honran y obedecen? Mientras que se dice, en los versículos 14 y 27, que todos los señoríos, naciones y lenguas Le honrarán y obedecerán. Así, pues, todo esto es aún cosa futura.
Resulta de ello que el Imperio romano se levantará nuevamente, pues –según la profecía– ha de existir cuando el Señor Jesucristo venga de nuevo a la tierra.
Dictadores, Emperadores. Una de esas formas de gobierno será herida de muerte, según 13:3, pero curará de la herida de su muerte. Y el capítulo 17:8-11 dice que la bestia fue, y no es y ha de subir del abismo y ha de ir a perdición. Y en la última parte del versículo 8 y en el versículo 11 se dice, nuevamente, por dos veces, que “era, y no es, y será” (traducción holandesa).
Por consiguiente, tenemos aquí la solución del problema. El Imperio romano fue, no es, pero luego subirá del abismo y se perderá. En su sexta forma de gobierno, como imperio, está herido de muerte. Se pensaba que no curaría. Mas la llaga de su muerte será curada. El Imperio romano será restaurado nuevamente. Como Imperio ha perecido aparentemente, y como Imperio será restaurado de nuevo. La misma cabeza que estaba herida de muerte, será –según 13:3– restaurada nuevamente, mas en 17:10 es mencionada la séptima forma de gobernación. Después viene la octava forma de gobierno y esta es la última del reino.
¿Qué características tendrá el Imperio romano?
En Daniel 2 y 7 y Apocalipsis 13 y 17 hemos visto que el Imperio romano tendrá diez reyes, representados por diez dedos y diez cuernos. Apocalipsis 17:12 dice que estos diez reyes aún no han recibido reino, sino que reciben poder como reyes, al mismo tiempo que la bestia. La última forma del Imperio romano será, pues, la de diez reinos ligados uno al otro tan íntimamente que forman un gran reino poderoso. El capítulo 17:13 dice: “Estos tienen un consejo y darán su potencia y autoridad a la bestia”.
Daniel 7:8 etc. nos da aun unos detalles más. Allí se nos dice que se levantará todavía un undécimo rey, quien abatirá tres reyes, apoderándose del poder de ellos. Este undécimo cuerno tiene “ojos como de hombre y una boca que hablaba grandes cosas”. “Y hablará palabras contra el Altísimo y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo” (v. 25).
El versículo 11 nos dice, pues, que la bestia entera será muerta, a causa de lo que ese cuerno ha hablado, y el versículo 26 la identifica con el reino entero. Este undécimo cuerno es, efectivamente, el que ejerce el poder en el Imperio romano restaurado, y tendrá el título de emperador. Apocalipsis 17:13 dice que los postreros reyes tienen un consejo y que darán su potencia y autoridad a la bestia.
¿Qué religión tendrá este imperio
Como hemos visto, precisamente los llamados países cristianos de Europa Occidental formarán el Imperio romano. Por tanto, este tendrá, aparentemente, un carácter religioso, especialmente durante los primeros años. En Apocalipsis 17 leemos que la bestia es dominada por la gran ramera. Y en el capítulo que trata sobre el cristianismo nominal, hemos visto que esta mujer representa en imagen el conjunto del Cristianismo profesante.
Sin embargo, la Palabra de Dios nos muestra el carácter verdadero del reino. Está representado por la imagen de una bestia. Una criatura que no tiene conocimiento de Dios, ni entendimiento de sus pensamientos. En el capítulo 17:8 se dice que sube del abismo y se perderá. Y en el capítulo 13:2 leemos que recibe su poder del dragón, el diablo (cap. 12:9). “Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad”.
Su manifestación será con odio y blasfemia en contra de Dios. “Se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias” (cap. 13:5). “Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo” (cap. 13:6).
En fin, arrojará hasta la última forma de la Cristiandad, destruyendo a la ramera que lo domina (cap. 17:16). Entonces impondrá la adoración de sí misma (cap. 13:8, 12). Y, al fin, el poder unificado de Europa Occidental se preparará para la lucha contra el Señor Jesucristo, cuando venga del cielo para establecer su reino en gloria (cap. 17:14).
La última guerra de Europa Occidental
Una vez, el Imperio romano, en alianza con la jerarquía religiosa de esta tierra, mató al Señor. “Matémosle, y apoderémonos de su heredad” (Mateo 21:38).
Pero el Señor volverá nuevamente, del cielo, para tomar posesión de su reino. Y de nuevo el Imperio romano, ligado con la cabeza de la religión mundial, intentará matarle. El capítulo 19 del Apocalipsis, desde su versículo 19, nos describe esta lucha. Pero ahora el Hijo del hombre no viene como un cordero llevado al matadero. Ahora viene como la Palabra de Dios. “De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones” (cap. 19:15). “Sus ojos eran como llama de fuego” (cap. 19:12).
Los poderosos ejércitos de Europa Occidental, a las órdenes de sus geniales capitanes, apuntarán sus armas contra él. Pero “el que mora en los cielos se reirá, Jehová se burlará de ellos” (Salmo 2). Los capitanes son apresados y echados vivos al lago de fuego ardiendo en azufre. Y “los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo” (cap. 19:21). Tal es el fin de la cristiana Europa Occidental. Destruida porque tratará, por segunda vez, de matar al Hijo de Dios
¿Dónde se desarrollará esta lucha?
Zacarías 14 nos da la contestación: “Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén”. “Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones… y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente” (v. 2-4).