Condición 6
Todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis
(Mateo 21:22).
La condición enunciada aquí es la fe de la que habla también el milagro de la higuera en el versículo 21. Es necesario comprender bien qué es la fe. Algunos la consideran como una especie de autosugestión, de persuasión interior. Por ejemplo, en ciertas predicaciones se dirá a un enfermo o inválido: «Usted debe ser curado por medio de la oración de fe; si no resulta, es porque no tiene suficiente fe». De este modo las pobres personas son sumergidas en el desaliento, llamadas a mirarse a sí mismas, a analizar su confianza en Dios para tratar de incrementarla por sus propias fuerzas, lo cual es absurdo.
Dios no da jamás su gloria al hombre. Ese sería el caso si sus respuestas dependieran solo de la intensidad de nuestras oraciones, de la cantidad o de las condiciones en las que se dirigen (ayunos, vigilias, cadenas o noches de oración, etc.); con todas estas cosas, nuestro astuto corazón pronto buscaría hacer valer sus derechos y méritos.
Ahora bien, la fe no es solamente una certeza y una convicción; es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). La fe no es un puente que se apoya en el vacío, ni un ancla sin punto de sujeción. Se apoya sobre algo que está fuera de ella; viene “por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Finalmente no debo olvidar que, aunque posea promesas precisas de parte de Dios, no tendré la libertad de dictar a Dios la manera en que estimo que deba responderme.