Los hermanos de Jesús formaban parte de los que no creían, porque buscaban la gloria que viene de los hombres (v. 4-5; comp. 5:44). Ellos esperaban que la popularidad de Jesús beneficiara a su familia, mientras que, si hubiesen creído que él era el Hijo de Dios, habrían entendido la distancia que los separaba de él (léase Lucas 8:21; 2 Corintios 5:16). Más adelante los hermanos del Señor creyeron en él y se unieron a sus discípulos (Hechos 1:14).
El principio que los hizo actuar aquí es el mismo que el de todos los hombres: hacer valer Sus dones y capacidades para su propio provecho, con el fin de ser reconocidos y honrados (v. 4). El Señor, por el contrario, nunca dejó de buscar “la gloria del que le envió” (v. 18), y solo subió a la fiesta a la hora elegida por Dios. ¡Cuán lejos estamos de nuestro perfecto Modelo! Muchas de nuestras dificultades provienen de nuestra precipitación por obrar o de la tardanza en obedecer las órdenes de Dios. El versículo 17 también nos recuerda que la sumisión a esa voluntad de Dios es el medio, para cada uno, de conocer la verdad.
En Jerusalén Jesús encontró a los judíos llenos de odio que buscaban matarlo desde que curó al paralítico de Betesda un día de reposo (v. 1; cap. 5:16).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"