En el capítulo 5:45 el Señor llama la atención de los judíos sobre su inconsecuencia: Apelaban a Moisés, cuyos escritos los acusaban. Aquí apelan a Abraham en calidad de hijos suyos. Pero sus obras eran las del diablo, que es mentiroso y homicida desde el principio. A veces se oye decir: a tal padre, tal hijo (comp. Ezequiel 16:44). El Señor confirma que la naturaleza de nuestras obras es la que hace conocer de quién somos hijos (1 Juan 3:7-10). En la tierra solo hay dos grandes familias: la de Dios y la del diablo. ¿A cuál pertenece usted? El hecho de ser hijos de padres creyentes no confiere más derechos ante Dios que el título de descendientes de Abraham a esos judíos orgullosos. Por el contrario, es una responsabilidad adicional.
“Tienes demonio”, le repitieron nuevamente esos miserables (v. 48, 52; comp. 7:20; 10:20). Podemos admirar la paciencia del Señor. Ante ese ultraje, dejó a su Padre el cuidado de reivindicar su gloria (1 Pedro 2:23). En esto es una vez más nuestro gran Modelo, y como lo menciona en el versículo 55, nos conviene conocer a Dios y guardar su Palabra.
“Yo soy”, dijo Jesús en el versículo 58. No solo era “antes que Abraham”, sino “Yo soy” eternamente (según el nombre que Dios se da al hablar con Moisés en Éxodo 3:14).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"