Jesús respondió a la incredulidad de los judíos invocando cuatro testimonios a su favor: el de Juan (v. 32-35), el de sus propias obras (v. 36), el del Padre, que en el Jordán lo había señalado como su Hijo amado (v. 37) y, finalmente, el de las Escrituras (v. 39). En los libros de Moisés a menudo se hace referencia al Mesías (v. 46; por ej. Génesis 49:10, 25; Números 24:17). Aunque los judíos pretendían venerar a Moisés, no creían en sus palabras, pues rechazaban a Aquel a quien él había anunciado (véase Deuteronomio 18:15). En cambio estarán dispuestos a recibir al anticristo, del cual el Señor habla en el versículo 43.
“Escudriñad las Escrituras”, recomienda el Señor Jesús. Por medio de ellas podremos conocer más a su infinita Persona.
Recibir la gloria de los hombres y buscar su aprobación es una forma de incredulidad, como lo hace notar el Señor (v. 44). Dios declara que no somos nada (Gálatas 6:3) y que no hay nada de lo cual podamos gloriarnos (2 Corintios 10:17). ¡Pero cuántas veces, en lugar de creerle, nos complacemos en el bien que los demás puedan pensar de nosotros! Jesús no buscaba ninguna gloria de parte de los hombres (v. 41; comp. Pablo en 1 Tesalonicenses 2:6). Podremos imitarlo si tenemos en nosotros el amor de Dios y el deseo de agradarle (comp. v. 42).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"