El odio de los judíos dio a Jesús la oportunidad de manifestar aún algunas de sus glorias:
1. Su trabajo de amor para quitar el pecado del mundo (v. 17; cap. 1:29). En presencia de la ruina de su creación, el Hijo no podía descansar, como tampoco el Padre.
2. El amor infinito del Padre hacia su Hijo, con quien comparte todos sus consejos (v. 20; cap. 3:35).
3. El poder de vida que está en él (v. 21, 26), por medio del cual ahora da la vida eterna a los que creen en él (v. 24). Cuando llegue la hora, Jesús ejercitará ese poder para resucitar a los muertos (v. 28-29).
4. El juicio que le ha sido dado en su calidad de Hijo del Hombre (v. 22, 27).
5. En los versículos 19 y 30 vemos su perfecta obediencia. ¡Qué valor tiene esa obediencia realizada precisamente por Aquel que debe ser obedecido por toda criatura! (v. 23). Si el Señor habla de sus propias glorias es porque estas están estrechamente ligadas a las de su Padre. El que no honra al Hijo ofende al que lo envió (v. 23; ver 1 Juan 2:23). Ante tantas perfecciones de nuestro Salvador, solo podemos maravillarnos (v. 20) y adorarlo.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"