Jesús permaneció dos días con los samaritanos, menospreciados como él por los judíos (cap. 8:48). Y esa gente creyó en él no solo a causa del testimonio de la mujer, sino como consecuencia del contacto personal que tuvieron con “el Salvador del mundo” (v. 42; 1 Juan 4:14). Amigo, no se contente con la experiencia de los demás para conocer al Señor Jesús. Tenga con él un encuentro personal y decisivo, para que el Salvador del mundo llegue a ser también su Salvador.
Luego Jesús fue a Galilea. Allí encontró a un oficial del rey quien, afligido por su hijo gravemente enfermo, insistió para que el Maestro fuera a curarlo. Este hombre estaba lejos de tener la gran fe del centurión romano de aquella misma ciudad de Capernaum, el cual no se estimaba digno de que el Señor entrara en su casa, y se contentaba con una sola palabra para sanar a su criado (Lucas 7:7). Jesús empezó por decir a ese padre angustiado que la fe consiste en creer a su simple palabra, sin necesidad de ver señales o milagros (v. 48; comp. 2:23). Para poner a prueba a ese hombre, el Señor no descendió con él a su casa, sino que le dijo: “Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue”. Así experimentó cómo el poder de la muerte fue detenido por el poder de la vida que había venido de arriba (1 Juan 5:12).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"