El evangelio de Juan es el de los encuentros personales con el Señor: Nicodemo, la samaritana, el paralítico de Betesda, el ciego de nacimiento, hombres y mujeres de todas las condiciones sociales estuvieron personalmente en relación con Jesús. Y usted, querido lector, ¿ya tuvo un encuentro personal con él?
Ese ciego de nacimiento ilustra nuestra condición natural. El pecado nos impide percibir la luz de Dios. Nuestra visión moral y espiritual está oscurecida desde nuestro nacimiento. Dios tiene que abrirnos los ojos en cuanto a nuestro estado moral, a las exigencias de su santidad, a lo que él piensa acerca del mundo…
No fue como consecuencia de un pecado particularmente grave que Dios permitió dicha prueba para ese hombre y sus padres; pero esa circunstancia dio a Jesús la oportunidad de hacer brillar su gracia. El lodo es aquí una figura de la humanidad del Señor presentada al hombre. Para poder ver, este tiene que ser lavado: la Palabra (el agua) le revela a Cristo como el “Enviado” de Dios (Siloé). El ciego fue al estanque creyendo y regresó viendo. Luego tuvo que dar su testimonio. Sus vecinos, los que lo conocían, se extrañaban: “¿No es este el que…?”. Una conversión no puede pasar inadvertida. La nuestra, ¿produjo en nuestra vida un cambio visible a todos?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"