Una declaración muy clara

Juan 9:17-34

El ciego sanado fue, para los fariseos, un molesto testigo del poder de Jesús; por eso buscaron primeramente sacarle a él o a sus padres unas palabras que les permitieran poner en duda ese milagro. Pero cuando no pudieron negarlo, trataron de desprestigiar y deshonrar a Aquel que lo había hecho (cap. 8:49). “Nosotros sabemos que ese hombre es pecador” (v. 24), afirmaron, pese a que poco antes el Señor les había preguntado: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (cap. 8:46).

Hay una gran diferencia entre el ciego sanado y sus padres. A estos les interesaba más su posición religiosa que la verdad. Confesar a Jesús como el Cristo y participar del rechazo del cual era objeto era más de lo que podían soportar. Temían el oprobio, y ¡cuántos se les parecen hoy en día! El beneficiado, por el contrario, dejaba de lado semejantes razonamientos. Los fariseos no consiguieron quitarle su humilde confianza en Aquel que lo había sanado. Había pasado de las tinieblas a la luz, y esto no era para él una teoría o una doctrina, sino un hecho evidente:

Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo (v. 25),

les dijo simplemente. ¿Podemos decir como él?

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"