El Señor fue interpelado por alguien de la muchedumbre acerca de una cuestión de herencia. Él aprovechó para poner al descubierto la raíz de estas disputas: la avaricia.
Porque raíz de todos los males es el amor al dinero
(1 Timoteo 6:10).
La parábola del rico y de sus graneros que habían llegado a ser demasiado pequeños ilustra el afán de amontonar. Llenar los bolsillos, acumular, calcular y hacer proyectos a largo plazo fácilmente se disfraza bajo el nombre de «previsión». Esto es, al contrario, la suprema imprevisión, pues significa descuidar y engañar lo más precioso que tenemos, ¡nuestra alma!En su locura, el rico había creído asegurar la suya ofreciéndole “muchos bienes” (v. 19). Pero el alma imperecedera necesita otro alimento. Sí, “necio”es el nombre que Dios da a este hombre. “El que injustamente amontona riquezas… en su postrimería será insensato” (Jeremías 17:11). ¡Sobre cuántas tumbas podría escribirse este epitafio! (Salmo 52:7).
En contraste, Jesús enseña a los suyos que la verdadera previsión consiste en poner la confianza en Dios. Toda inquietud a propósito de nuestras necesidades diarias carece de fundamento ante esta afirmación: “Vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas” (v. 30). Si primero nos preocupamos por su reino y sus intereses, él se encargará de los nuestros. “No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste” (Proverbios 23:4).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"