Una casa barrida – Señal y predicación de Jonás

Lucas 11:21-36

Solo el poder del Señor Jesús, vencedor del “hombre fuerte”, puede librarnos del mal que está en nosotros. De otra manera, una pasión echada fuera de nosotros será fatalmente reemplazada por otra. Nuestro corazón es parecido a la casa del versículo 25. De nada sirve barrerla y adornarla si un huésped nuevo –Jesús– no viene a habitarla y a gobernarla. La bendición –repite luego el Señor– no depende de las relaciones familiares (v. 27-28; comp. 8:21) ni de los privilegios de una generación. Está prometida a los que escuchan y obedecen la Palabra de Dios. El versículo 33 retoma la enseñanza del capítulo 8:16. El almud, medida de capacidad, es el símbolo del comercio y de los negocios; la cama, el del sueño y de la pereza. Cosas opuestas una a otra, pero las dos son capaces de apagar la pequeña llama de nuestro testimonio. En Mateo 5:15 la lámpara debe alumbrar a “todos los que están en la casa”. Aquí está encendida “para que los que entran –las visitas– vean la luz”.

El ojo maligno (v. 34) es el que hace penetrar en nosotros las tinieblas del pecado. ¡Cuidado con la dirección que algunas veces toman nuestras miradas (Job 31:1), con ciertas lecturas que ensucian el corazón y dan libre curso a nuestra imaginación! ¡“Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”! (2 Corintios 7:1).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"