Interrogado por un doctor de la ley (v. 29), Jesús devolvió la pregunta a la conciencia de su interlocutor (v. 36). Este, para esquivarlo, quiso limitar el amplio significado de la palabra “prójimo”. Pues bien, el Señor le enseñó que este prójimo es primeramente él, Jesús (v. 36-37), y que por su ejemplo un redimido viene a ser, por amor, prójimo de todos los seres humanos. En el hombre despojado y herido vemos reflejado al pecador perdido y sin recursos; en el sacerdote y el levita vemos los vanos recursos de la religión; y, en el buen samaritano, al Salvador que se acerca a nuestra miseria y nos aleja de nuestra trágica suerte y desesperación. El mesón nos hace pensar en la Iglesia, en donde el hombre salvado recibirá los cuidados apropiados, y el mesonero en el Espíritu Santo que lo atiende por medio de la Palabra y la oración (los dos denarios), temas de los versículos 34-35 y del capítulo 11:1-13. En conclusión, el Señor ya no dice: «Haz esto (cumple la ley) y vivirás», como en el versículo 28, sino: “Vé, y haz tú lo mismo” (v. 37).
La siguiente escena se desarrolló en una casa amiga. Jesús fue recibido, servido, escuchado y amado. Pero el servicio acaparó los pensamientos de Marta y por eso tuvo que ser reprendida. El corazón de María, abierto a su Palabra, regocijó al Salvador (1 Samuel 15:22).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"