Después de la escena de la gloria, en la cual Jesús fue el centro, el Señor tuvo que hacer frente a una situación terrible: el poder de Satanás sobre un muchacho y la angustia de su padre. La salvación que el Señor obró exaltó la grandeza de Dios (v. 43).
¡Qué contradicción encontramos luego en los discípulos! Seguían a Aquel cuya humillación voluntaria le conduciría a la cruz, pero al mismo tiempo estaban preocupados por saber cuál de entre ellos sería el más grande (v. 46). Ellos mismos habían tratado de echar los demonios en el nombre del Señor, pero no siempre lo lograron (v. 40), sin embargo prohibían a otro que lo hiciera (v. 49; comp. con Números 11:26-29). Por fin, cuando su Maestro estaba en camino para cumplir la obra de la salvación de los hombres… y la de ellos, Jacobo y Juan querían hacer descender el fuego del juicio sobre los samaritanos que se negaron a recibirlo. Egoísmo, celos, rencor y planes de venganza, en los cuales reconocemos el triste espíritu que a menudo anima nuestros corazones (v. 55).
Jesús emprendió su último viaje a Jerusalén conociendo plenamente lo que lo esperaba, pero lo hizo con una santa determinación.
Afirmó su rostro para ir a Jerusalén (v. 51).
Nuestro amado Salvador no se desvió de la meta que en su amor se había propuesto.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"