A nadie se le ocurre, después de haber encendido una lámpara, esconderla debajo de una vasija o de una cama. “Hijos de luz”, nuestro cometido en esta tierra es hacer brillar distintamente en las tinieblas de este mundo las virtudes de Aquel que es la Luz (v. 16; Mateo 5:14; 1 Pedro 2:9 final).
Con ocasión de la venida de su madre y sus hermanos, el Señor habló una vez más de los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica (v. 21; 6:47). Únicamente ellos pueden prevalerse de una relación con él.
El sueño de Jesús en la barca nos lo muestra como un hombre cansado por su jornada de trabajo. Pero, un instante después, la orden que dio al viento y a las olas hizo resaltar su condición de Dios soberano. Llenos de temor, los discípulos gritaron: “¿Quién es este…?” (v. 25). Varias veces hemos oído esta pregunta (cap. 5:21; 7:49). Muchos años antes, Agur ya la había hecho: “¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién ató las aguas en un paño?” (Proverbios 30:4). Aquel que “aun a los vientos y a las aguas manda” y revela su poder a los discípulos faltos de fe, es el Hijo de Dios, el Creador. Hoy su poder no ha cambiado. Pero, ¿qué hay de nuestra fe?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"