Desde la cárcel donde Herodes lo había encerrado (3:20), Juan el Bautista envió a Jesús dos de sus discípulos para inquirir acerca de él. En la pregunta que hizo se reflejaban sus dudas y desaliento. Había anunciado el reino, mas ahora estaba en la cárcel. ¿Era posible que Jesús fuera “el que había de venir”?
Muchas personas, considerando el estado actual de la Iglesia, la persecución de los creyentes en numerosos países y la indiferencia del mundo acerca del Evangelio, llegan a dudar del poder del Señor y de su reinado. Pero este último no se establecerá antes del arrebatamiento de la Iglesia y del cumplimiento de los acontecimientos proféticos.
Las obras de Jesús se encargaron de responder a la pregunta de los mensajeros. Juan había dado testimonio del Señor; ahora era el Señor quien, ante la misma muchedumbre, daba testimonio de Juan. Y mostraba con tristeza qué acogida había encontrado el ministerio del precursor y el suyo en “esta generación” privilegiada (v. 31). Ni el llamado al arrepentimiento proclamado por Juan, ni las buenas nuevas del Salvador, que debieran producir la alegría y la alabanza, habían encontrado eco en la muchedumbre del pueblo y de sus jefes.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"