Uno puede imaginarse los sentimientos del Señor al comer esta Pascua con sus discípulos. Ella era la figura de lo que Él iba a ser en la realidad. Unos momentos más y el Santo Cordero de la Pascua sería inmolado (1 Corintios 5:7). Pero antes debía dar a sus discípulos una señal muy especial de su amor. Cada año, desde la gran noche del éxodo, la Pascua anunciaba en figura una obra futura. A partir de la muerte del Señor, la cena recordará al creyente, cada primer día de la semana, que esta obra está cumplida. Cada vez que la celebramos, anunciamos la muerte del Señor hasta que Él venga (1 Corintios 11:26).
Después de haberles repartido el pan, Jesús dio también la copa a los discípulos, diciendo: “Bebed de ella todos”. Sí, el Señor quería que cada uno de los suyos participase con Él de esta comida de amor (excepto Judas, que había salido: Juan 13:30). ¿Eran dignos de ella? Pedro lo negaría y los demás huirían. Pero a pesar de esto, Jesús les dijo –y lo dice aún a sus rescatados–: “Bebed de ella todos”. Luego les explicó el inestimable valor de su sangre “que por muchos” sería “derramada para remisión de los pecados”. Lector, ¿se halla usted entre esos “muchos”? Si así es, ¿cuál será su respuesta al deseo expresado por el Señor Jesús? (comp. Salmo 116:12-14).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"