Según la costumbre oriental, para el festín de sus bodas, el esposo llegaba de noche y era alumbrado y escoltado por las vírgenes amigas de la esposa (hoy, las damas de honor; comp. Salmo 45:9, 14). El Señor emplea esta conmovedora ilustración para enseñarnos de qué modo debe ser esperado Él, el Esposo celestial. Pero los cristianos, en su mayoría, se cansaron de esta espera. El sueño espiritual se apoderó de ellos y ha durado muchos siglos. Fue necesario que en un momento reciente de la historia de la Iglesia, llamado con mucha razón el «despertar», resonase este clamor de medianoche: ¡“Aquí viene el Esposo”! ¡El Señor vuelve! Como consecuencia, se manifiesta una diferencia: las vírgenes prudentes tienen aceite en su lámpara, del mismo modo que los verdaderos creyentes están preparados para la venida del Señor, y su luz, la del Espíritu Santo, puede brillar en la noche de este mundo. Otras personas, como las vírgenes insensatas, profesan esperar al Señor sin poseer la vida. Indebidamente llevan el hermoso título de cristianas. Terrible ilusión y no menos horrible despertar. Que cada uno se interrogue mientras aún está a tiempo: ¿Hay aceite en milámpara? ¿Estoy preparado para su retorno? (Romanos 8:9, final).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"