El versículo 31 reanuda el curso de la profecía de los versículos 30-31 del capítulo 24, es decir, la venida del Señor en gloria para su pueblo terrenal. Para las “naciones” (los no judíos) presentes en la tierra sonará entonces el día de las recompensas… o del castigo. Y la diferencia entre ellos será la manera en que hayan acogido a los embajadores del Rey (sus hermanos, v. 40, aquí los judíos) cuando estos les anunciaban el Evangelio del reino (cap. 24:13-14).
Algunos han querido servirse de esta palabra para apoyar la doctrina de la salvación por las obras. Aclaramos que aquí estamos más allá del tiempo de la Iglesia y de la fe cristiana propiamente dicha.
Sin embargo, dejando de lado esta cuestión de la salvación, la declaración del Rey está llena de instrucción para nosotros los cristianos. Si el Señor Jesús estuviera hoy en la tierra, ¡qué celo pondríamos en recibirlo, en servirlo y en satisfacer sus más mínimos deseos! A la verdad, todos los días tenemos esta oportunidad: ofrendas, hospitalidad, visitas, etc. Todo lo que hacemos por amor a alguien, lo cumplimos primeramente para Él (comp. Juan 13:20; 1 Corintios 12:12). Inversamente, lo que podemos hacer y no lo hacemos, se lo negamos al Señor.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"