Los discípulos trataban de que el Señor estuviese tan orgulloso como ellos de ese templo que parecía desafiar el tiempo… pero que pronto iba a ser destruido. Entonces, tomándolos aparte, Jesús les expuso la sucesión de los acontecimientos proféticos (cap. 24-25). Sin embargo, antes de contestar una por una a sus tres preguntas (¿Cuándo ocurrirán esos acontecimientos?: v. 15-28; ¿cuál será la señal de su venida?: v. 29-31; ¿cuál será el signo del fin del siglo? v. 32-51), el Señor empezó a hablarles a sus conciencias (v. 4). Una verdad siempre debe tener un efecto moral: por ejemplo, el de aumentar el temor de Dios o el amor por el Señor. De otra manera, solo la curiosidad es alimentada y el alma se endurece. Aquí los discípulos debían tener cuidado para no dejarse engañar. Todavía eran “hijitos” en la fe; conocían al Padre que Jesús les había revelado (cap. 11:27) pero no estaban armados contra los que el apóstol Juan (1 Juan 2:18) llama “muchos anticristos”, dicho de otro modo, los portadores de diversos errores. Por eso necesitaban estar advertidos (2 Pedro 3:17). Satanás siempre trata de seducir por medio de imitaciones (2 Tesalonicenses 2:9-10).
¡Hijos de Dios, no nos dejemos turbar por todo lo que nos digan! Y, sobre todo, vigilemos para que nuestro amor hacia Dios y nuestros hermanos no se enfríe (v. 12).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"