La Iglesia

Congregarse conforme a la voluntad de Dios

Reunirse de manera diferente a la que nos enseña la Palabra de Dios no puede ser más que una forma religiosa. No digamos que una alma sincera, aunque mal esclarecida, no encontrará nada en tal reunión, y que Dios no puede agradarse de ella (Hechos 10:35). Pero permanecerá ajena al testimonio dado a la unidad del Cuerpo de Cristo, e ignorará la bendición que “allí envía” el Señor, así como la enviaba sobre Sion para el pueblo terrenal (Salmo 133). Ignorará lo significa el rocío que desciende de Hermón y el óleo precioso que desciende de la cabeza del verdadero Aarón. No conocerá, pues, la libre acción del Espíritu Santo que une a los hermanos que habitan “juntos en armonía” a Cristo resucitado.

Pero, reunirse fuera de las múltiples organizaciones humanas de la cristiandad, ¿no será aumentar la fragmentación de esta? Es lo que se reprocha continuamente a aquellos que, por obediencia al Señor, estimaron que era su obligación salir hacia Él “fuera del campamento”, es decir, del campo religioso, para reunirse únicamente alrededor de Él.

No nos es posible impedir esta acusación. Pero hemos de tener cuidado con no merecerla, y para ello debemos desterrar de nuestros corazones todo espíritu sectario. El Señor nos llama, no a ser una fracción de la Iglesia con la pretensión de obrar mejor que las otras, sino a andar por los caminos en los cuales debería andar la Iglesia entera, y como si, en su conjunto, toda ella estuviese congregada alrededor de Cristo.