Las órdenes de Dios se leen mejor con los ojos húmedos

Salmos 119:65-88

El pedido del versículo 17 fue otorgado: “Bien has hecho con tu siervo” (v. 65). Pero de una manera que el salmista no esperaba: por medio de la aflicción. “Bueno es para mí haber sido afligido” reconoce él (v. 71, V. M.). ¿Por qué? Porque “antes de ser afligido yo me extraviaba” (v. 67, V. M.). El buen Pastor se vio obligado a usar ese penoso medio para volver al camino a su oveja descarriada. Pero el alma, de ese modo, hizo una experiencia más importante todavía: aprendió a conocer a su Dios y ya no tiene más necesidad de comprender para saber que Su amor no ha variado.

Conosco que conforme a tu fidelidad me afligiste (v. 75).

Entre los nómadas, la confección de un odre de cuero exige una paciente preparación. Se lo expone al humo para hacer perder al cuero el gusto acre y el olor de origen que no dejarían de alterar la pureza del agua. Así ocurre con el creyente (v. 83). El fuego de la prueba debe pasar por él a fin de quitarle su acritud o su dureza natural y volverlo apto para el servicio. “Tus manos me hicieron y me formaron; hazme entender…” (v. 73). ¡Feliz oración del redimido! Sí, Señor, forma también mi espíritu por los medios que Tú escojas; hazme flexible y dócil a tu voluntad!