Por más firmemente que haya sido establecida la tierra (v. 90), la Palabra del Señor lo ha sido más aún. ¡Qué dicha –en un mundo en el que todo es incierto, en el cual la febril actividad del hombre caído se despliega en pensamientos que perecerán sin excepción– poder conocer los eternos pensamientos de Dios y confiarnos en sus inmutables promesas! El cielo y la tierra pasarán, pero sus “palabras no pasarán” (Mateo 24:35). Por otra parte, la creación tiene un único propósito: “Todas las cosas… te sirven” (v. 91). Tal es también nuestro privilegio, pero sirvamos al Señor con inteligencia y con todo nuestro corazón.
Solo Cristo realizó verdaderamente los versículos 97 a 112. Entendió “más que los ancianos” porque él cumplía los divinos preceptos, en tanto que ellos se contentaban con enseñarlos (v. 100, V. M.). Era más sabio que todos sus enemigos que le armaron trampas (v. 110; Mateo 22:15 a 34).
¿Quién se arriesgaría a caminar de noche sin una lámpara sobre un terreno sembrado de obstáculos? En las tinieblas de este mundo, en medio de “lazos” puestos por los impíos emboscados (v. 110, 95), la Palabra es esa lámpara, esa luz indispensable en nuestro camino (v. 105). ¡No temamos hacer demasiado uso de ella para mirar dónde ponemos los pies! (v. 101).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"