La Palabra, que es “lumbrera en mi camino”, me muestra también cuán espesas son las tinieblas a mi alrededor. Hace que me inspire horror la maldad y la falsedad. En efecto, sin esta medida divina, puedo equivocarme y llamar bueno a lo que es malo y verdad a lo que es mentira. Mientras que el Libro de los pensamientos de Dios me enseña a ver al mundo y lo que lo llena como Él mismo lo ve.
“Dame entendimiento” repite el fiel (v. 34, 125, 144, 169). La inteligencia es considerada, generalmente, como un don natural. ¡Pues bien! este ruego nos muestra que es posible adquirirla. Porque la Palabra es la que da la verdadera inteligencia (v. 130). “Tu siervo soy yo…” declara el salmista decidido a observar la voluntad de Dios (v. 125). Esta se expresa bajo distintas formas en la Palabra: ley, mandamientos, estatutos, preceptos, testimonios, ordenanzas, juicios… vocablos que difieren un poco en su sentido. En cuanto al cristiano, la Palabra no se impone más a él bajo forma legal. Su obediencia emana del amor que él siente, no solo por los maravillosos testimonios del Señor (v. 113, 127) sino por su nombre (v. 132).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"