“Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan”, decía el Señor Jesús a las multitudes (Lucas 11:28). De esta dicha y de este privilegio va a hablarnos este magnífico salmo. Efectivamente, bienaventurados los perfectos en el camino (V. M.; los de limpio corazón de Mateo 5:8), que se complacen en los testimonios del Señor y se regocijan en sus estatutos (v. 16). Pero doblemente dichosos los que “guardan” esos estatutos (v. 2, 4-5, 8) y andan en ellos (v. 1).
Una seria pregunta se hace en el versículo 9. Ella no tiene ningún sentido para los jóvenes del mundo que se burlan abiertamente de los «escrúpulos» del joven creyente. Pero, para este último, ella es capital y la respuesta sigue inmediatamente: :
¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra (v.9).
Mantengamos ese secreto de un andar puro a resguardo del pecado contra Dios (v. 11) y también contra nuestro “propio cuerpo” (1 Corintios 6:18). Si conservamos la Palabra de Dios en nuestro corazón, y grabamos en él pasajes esenciales como ese versículo 9, estaremos armados para “el día malo” (Efesios 6:13, 17) en que surgirá la tentación. Porque si guardamos cuidadosamente sus preceptos, el Dios fiel nos cuidará con el mismo esmero. ¡Ojalá “la palabra de Cristo more en abundancia en nosotros”! (Colosenses 3:16).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"_______________________________________________