Aquel que algunos días antes había entrado en Jerusalén con toda su majestuosidad real, salió de ella “cargando su cruz”. El mismo contraste se observa en el título que Pilato colocó sobre la cruz: El “Rey de los judíos” es “Jesús Nazareno”. Fue crucificado entre “otros dos”, y puesto así al nivel de un malhechor. Sin embargo, este evangelio no habla de los ultrajes que padeció por parte de los hombres (Mateo 27:39-44), ni de las terribles horas de abandono por parte de Dios cuando llevaba nuestros pecados. Todo aquí es paz, amor y obediencia a Dios.
El versículo 25 menciona la presencia y los nombres de algunas mujeres que miraban con el corazón quebrantado. Jesús confió su madre al discípulo que mejor conocía Su afecto.
Notemos cómo todo debe desarrollarse según “la Escritura”, hasta en los más mínimos detalles: la repartición de los vestidos (v. 24), el vinagre presentado al Salvador (v. 28; véase v. 36-37). Entonces Jesús mismo cumplió el último acto de obediencia voluntaria: “Entregó el espíritu” (v. 30, 10:18). Si alguien quisiera hacer algo para asegurarse la salvación, que escuche y crea las últimas palabras del Salvador al morir:
Consumado es,
o sea: “Cumplido está” (en griego esta expresión equivale a una sola palabra: tetelestaï, palabra que se escribía al final de una factura pagada). Nuestra inmensa deuda para con Dios ha sido pagada eternamente.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"