El andar de Jesús (y no solamente la señal del Espíritu venido de arriba: v. 33) llenaba de gozo y convicción el corazón de Juan (v. 36). ¡Sentimientos que hablan siempre a los demás! Dos de sus discípulos lo oyeron y siguieron a Jesús, gozando de su presencia. Este privilegio también podemos disfrutarlo nosotros al congregarnos según Mateo 18:20: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Andrés nos da aún otro ejemplo: llevó a su hermano Simón a Jesús. Antes de pensar en cualquier actividad para el Señor, recordemos a los que nos rodean y que todavía no lo conocen. De Andrés no se habla mucho, pero su servicio de ese día tuvo grandes consecuencias: su hermano Simón llegó a ser el apóstol Pedro. Felipe oyó el llamado del Señor y habló a Natanael de ese nazareno que no era otro que el Mesías prometido. Pero ningún argumento tuvo el peso de esa simple invitación:
¡Ven y ve!
Cuántos nombres y títulos magníficos exaltan aquí las glorias eternas, actuales o venideras del Señor Jesucristo: Verbo, Vida, Luz, Unigénito Hijo que está en el seno del Padre, Cordero de Dios, Maestro, Mesías o Cristo, verdadero Nazareno, Hijo de Dios, Rey de Israel, Hijo del Hombre.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"