Dos discípulos caminaban tristemente por el camino de Emaús. Habiendo perdido sus esperanzas terrenales de un Mesías para Israel, se dirigían a sus campos y sus asuntos (Marcos 16:12). Pero el misterioso forastero que se unió a ellos cambió completamente el curso de sus pensamientos. Comenzó por interrogarlos y luego les hizo notar su insensatez e incredulidad; dos cosas que a menudo van juntas (v. 25). ¡Cuántas veces nuestra ignorancia proviene del hecho de que no creemos! (Hebreos 11:3). Después el Señor les abrió las Escrituras y les mostró “lo que de él decían”. Nunca lo olvidemos, la clave del Antiguo Testamento, y especialmente de las profecías, consiste en buscar a Jesús en ellas.
Observemos como el Señor se deja retener por los que lo necesitan: entró para quedarse con estos dos discípulos. Que nosotros también podamos hacer esta experiencia; en particular cuando estamos desanimados y nuestras circunstancias han tomado un giro distinto del que esperábamos. Aprendamos en su presencia a aceptarlas tal como son. “La consolación de las Escrituras” dirigirá entonces nuestros pensamientos hacia un Salvador vivo y hará arder nuestros corazones (Romanos 15:4). “Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"