¡Pobre Pedro! Mientras Jesús oraba, él dormía; mientras Jesús se dejaba prender y llevar como un cordero al matadero (Isaías 53:7; Jeremías 11:19), él blandía la espada (v. 50; comp. Juan 18:10). Por último, mientras el Señor confesaba la verdad ante los hombres, él mintió y lo negó tres veces consecutivas. Se sentó en compañía de los que acababan de apresar a su Maestro y hablaban contra él (Salmo 69:12; 1:1 final). ¿Cómo hubiera podido dar testimonio de él en tal posición?
Una simple mirada del Señor desgarró el corazón del pobre discípulo mucho más de lo que los reproches hubieran podido hacer. ¡Oh!, esa mirada atravesó su conciencia y comenzó una obra de restauración. Esa negación tan dolorosa para el Señor se unió a todos los escarnios recibidos (v. 63-65).
Los hombres malvados ante los cuales compareció se vieron obligados a reconocer que “el Hijo del Hombre” (v. 69) es al mismo tiempo “el Hijo de Dios” (v. 70). Por eso Jesús pudo responderles: “Vosotros decís que lo soy”. ¡Y por eso también son infinitamente más culpables al condenarlo después de tales palabras!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"