Los jefes del pueblo temían realizar sus deseos criminales porque sabían que la muchedumbre deseaba escuchar a Jesús (cap. 19:48). Pero Satanás vino a ayudarles. Tenía preparado su instrumento: Judas. Entró en él, valiéndose de la voluntad del miserable discípulo. Enseguida este llevaría a cabo su terrible transacción.
A la hora de celebrar la pascua –hoy la cena del Señor–, nada fue dejado a la iniciativa de los discípulos. Jesús les pidió que la prepararan, pero esperó que le preguntaran dónde tendrían que hacerlo. ¡Cuántos cristianos, en lugar de hacer esta pregunta al Señor, han escogido ellos mismos su lugar de reunión! Sin embargo, ¡todo es tan sencillo! Basta dejarse conducir por ese “hombre que lleva un cántaro de agua”, figura del Espíritu Santo presentando la Palabra. La gran habitación preparada muestra que, allí donde el mismo Jesús se encuentra, hay lugar para todos los creyentes. “Cuánto he deseado…”, dijo a los suyos cuando llegó la hora. ¡Qué amor! El Señor no hablaba de un favor que él les hacía, sino de una necesidad de su propio corazón, como alguien que teniendo que dejar a su familia, desea tener con ella una reunión de despedida.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"